Las hienas

Una noche que decidí quedarme hasta tarde en un cine social de Salvador de Bahía, volvía a coger mi autobús a la estación de Lapa, serían las 23.30. Me quedaba una hora de bus hasta casa de mi host de Couchsurfing, donde duermo.

Paso por calles un tanto oscuras. Nunca llevo más de unas perras pero tengo mi cámara conmigo, abulta en mi bolsillo y lo sé. Gente sentada en unos bancos, me hablan.

-Gringo, um cigarro.
-Tenho não. Gringo não.

No me gusta que me llamen gringo y contesté un poco serio, no les gustó. Tampoco vigilé bien mis espaldas. Errores estúpidos.
Un mozo aparece por detrás y de repente está apuntándome con un arma debajo de algo, no se ve bien, no sé si lleva algo, lo dudo, si tuviera la enseñaría… Pero grita que le dé todo. Con la confusión, otro me coge del cuello y me dobla palante, y un tercero me coge las manos y se concentran en mis bolsillos. Normalmente todo el mundo habla de reaccionar suave y entregar rápido, uno no quiere jugarse la vida por una cámara y blablabla. Pero sorprendentemente mi reacción fue la resistencia, instintivamente. Otra vez no, son mis cosas, cojones, no.

Después de 30 segundos de forcejeo, desisten. No pueden meter sus manos en mis bolsillos, no lo permito al menos en el derecho, de la cámara. Me rasgan los pantalones por un roto que tenían. Estamos en medio de la calle y creo que más que mi resistencia, les intimidó la presencia de gente, vehículos y quizás alguna patrulla lejana.

Rasguños y dolores de cara, el único perjuicio. Todo en mis bolsillos, y lo que llevaba en la mano, sin valor, por el suelo. Una gorra de Brasil se les ha caído, y una cajita de vitaminas, me dejaron de regalo… o disculpa.

Llega una patrulla por coincidencia, y los paro. Les digo que me atacaron, y prácticamente sin palabras, se van. Ésa fue su ayuda. Sin sacarme de allí, me pareció que se iban a perseguirles, pero se fueron despacio. Me dejaron en el lugar con el mismo peligro, no volvieron. Dos transexuales que han observado todo me contestan, me indican la estación, pero es por donde estaban ellos, y hay más. Vuelven a llegar mozos de las esquinas, creo que son los mismos, pero no lo sé, no les ví. Sólo puedo mirarles y mantener distancias. Un transexual me dice que pase, que no me vuelven a atacar, porque ya se llevaron mis cosas. Le digo que no se las llevaron, y me dice, ‘AH’.
Me acompaña el otro transexual, que está bastante buena, por cierto, a la estación de Lapa.

En el momento de la despedida me dice tímid@, -Y a tí no te gusta montártelo?
Con risas le digo que me encantaría satisfacerl@ por ayudarme, pero que no va a poder ser, que no me va.

Y me voy feliz a Lapa, con mis cosas, con gente normal que espera buses como yo.

1 comentario en “Las hienas

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