La mañana de las ballenas

Día 11

Estoy con turnos de amanecer. Amanece como una hora más tarde que hace diez días, por nuestro movimiento longitud oeste: estamos a unas 1300 mn de la costa, que debe ser peruana y no chilena.

Poco después de que empezase a clarear, cuando empiezan a verse las velas, he oído respiraciones de ballenas. Poco después, había cientos de ellas, por todas partes, en la dirección del viento y la corriente, adelantándonos lentamente. A veces juraría que podía oírlas. Mierda, no tengo hidromicrófonos.

Una jóven jugó a darse la vuelta junto a la amura de estribor, casi tocando.

Sólo alcanzo a verles la cabeza y la espalda en su proceso de respiración. Son enormes y negras, inofensivas, aunque no me extraña que asustaran a antiguos marinos y generasen leyendas expansivas. El sol destelleaba entre nubes al salir, la superficie del océano era un espejo roto y flexible. Las pequeñas nubes que nos adelantaban desde sus bajas presiones, con rachas inesperadas que a veces obligan a arriar alguna vela, eran de cuento. Con sus lluvias diagonales debajo y enmarcadas en naranja.

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Como son puntos de humedad en la distancia sobre el mar, a veces se transforman en un corto y ancho arco iris entre el mar y la nube. Hay muchos arcos iris en el pacífico.

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A las ballenas no les gustan las cámaras. La saco y desaparecen, no he podido enganchar ni una. Las ballenas, he aprendido esta mañana, son de esas cosas que se hicieron para los ojos; guardé la cámara y disfruté feliz del momento, con el piloto automático.

Días 4-10

Bitácora pacífico. 15 junio 2015

Día 4

A la altura del norte de Chile. El viento ya ha empezado a bajar de ángulo y al final de mi turno TWD (dirección real del viento) es 165º. Con el barco (ya tenemos rumbo noroeste), 150º por babor (AWA). Estamos con orejas de burro, la vela mayor está izada con un rizo, la génova recortada y entangonada a babor y la trinqueta a estribor, con la mayor.

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Hemos sujetado la botavara a proa con un preventer para que no golpee con los movimientos de ola, y para evitar trasluchadas accidentales. Seguimos con mar de fondo. Esta configuración de las velas es preciosa.

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La bitácora del pacífico

Zanzíbar ya no es el nombre de un lugar en África. Ahora es el barco que me sacó de América hacia el pacífico, a vela, un enorme sloop de 105 pies que ya presenté en su momento al partir.

Con esta suerte me parece que cada vez navego en veleros más grandes. El superyate Zanzíbar me hizo reírme en mi camarote cuando ví sus lujos e instrumentación, el tamaño de su mástil, de unos 40 metros, el tamaño de la vela mayor. Capitán y tripulación argentinos (solo tres, conmigo cuatro), necesitan tripulantes para llevarlo a las Marquesas, en Polinesia, donde se encuentran con el dueño del yate, que vuela a su retiro y vacaciones. Esto es común en superyates.

Tras días de buena onda en Valdívia, aprovisionamiento, espera de paquetes y equipo, reparaciones y puesta a punto, frías noches, hacer diesel, sociales con los demás yachties que se van por temporada y una cena grupal, zarpamos.

Nos esperan 25 días de travesía, sin ver tierra, ni tan siquiera un barco. La travesía más larga en la actualidad, teniendo en cuenta la tecnología disponible; la mayor distancia que puede hacerse hoy sin paradas, en la inmensidad más grande de agua del planeta, un cuarto del mismo. Cerca de 5000 millas naúticas, con el arco que describiremos, norte, noroeste, oeste.

Precisamente este año es el Niño: Fenómenos meteorológicos impredecibles y cosas extrañas en el mar y las temporadas. En fin, vamos allá.

Haciendo diesel en un río de Valdívia

Haciendo diesel en un río de Valdívia. Si, la quilla es retráctil.

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Yelcho y la austral

7 de Mayo de 2015

No podía dejar de asistir al espectáculo de Yelcho, en plena carretera austral: allí me esperaban, como mis amigos, los amigos de un familiar que frecuenta el lugar. Yelcho era, cuando nos conocimos, un lago solitario, tímido, sombrío, cubierto por tinieblas y rayos de sol impotentes, como hechizado en algún cuento de hadas. Los bosques en sus orillas no tienen desperdicio, solo árboles gigantes y viejos, y sus generosas aguas hacen de él uno de los mejores destinos de pesca del mundo. Pasaba la luna llena 26 de mi viaje, el viento rizaba las olas y el otoño ya mordía los picos cercanos con nieves jóvenes que se amontonaban sobre curiosas laderas rojizas, abajo verdes.

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Al lugar se añadía el buen trato que me dieron en aquel magnífico hospedaje de sus orillas. Y no recuerdo el nombre de aquel perro-guía que tenían, pero se entregaba a los visitantes como si trabajase en el lugar, y nos acompañó a nuestras excursiones a kilómetros de distancia, enseñándonos el camino y esperándonos. Sigue leyendo