El Robo. Una playa de cómic.

15 Diciembre 2013

Hallábame yo pues caminando bien contento con mis recientes andanzas en Ometepe, cuando divisé el océano de nuevo, después de largo camino por tierra; saludé al Pacífico.

Las playas se abrieron ante mí, y la de Gigantes mostró sus gentes, barcas de pescadores y alguna construcción terrible de la nueva era. Subí a los altos que cerraban la playa y el pueblo en una bahía. Desde allí pude ver más playas, y una familia me observaba curiosa desde su casa/bar, en el vértice de este cerro interplayil. Les hablé, y después de un rato de amistosa conversación y de hacerles ver que no buscaba hostal sino un cuarto cualquiera con locales, me enseñaron uno con su puerta a unos cinco metros del vacío al acantilado, desde donde veía toda la siguiente playa, y la otra, y todo el mar, y todo.

Una vez más, el cuarto era terrible, pero colocando las cositas por ahí, chiscando una vela, leyendo o escribiendo, y con un poco de imaginación, cualquier cuadra puede ser una habitación de lujo. Estaba tan contento con el negocio que había hecho (me darían desayunos incluídos en un super precio) que me olvidé del terrible hambre que tenía y me lancé a explorar la playa vírgen que tenía debajo, tan sólo con el bañador puesto.
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Ometepe

12 diciembre 2013

Por fin estoy en Ometepe. 2 conos volcánicos sobresaliendo del lago más grande de la zona, el Cocibolca, haciendo la isla volcánica más grande jamás vista en un lago. El volcán Concepción y el volcán Madera, tan juntos que están unidos por un istmo. 276 km2 de delicias.

El nombre de la isla deriva del Náhuatl, õme ‘dos’ y tepetl ‘montaña’. Mi experiencia general se resume en lo interesante de tener siempre la impactante presencia de un volcán casi encima, vigilándome y guiándome.


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Buscar el sol urbano

5 diciembre 2013

Otra cosa mala de una ciudad, por muy hermosa que sea, como Granada, es el rato final de la tarde, con las cosas ya hechas, cuando uno quiere ver ya la puesta de sol.

Y uno empieza a andar, y a andar, y parece que al final de aquella calle se abre, pero es una ilusión. Siempre hay casas, y encerronas. Y se sigue caminando, y se llega a un cementerio. Pero hay más árboles que muertos, así que se sigue caminando, saludando al personal, millones, nunca se acaba, se entretiene uno leyendo nombres de difuntos, y fechas. Al cabo de tanto, ya que un cementerio suele estar un poco a las afueras, se empieza a abrir, y cuando ya mi sombra mide unos 25 metros, y se nos iba la gracia, todo ha merecido la pena. Los muertos aquí al final son recientes y al escoger una lápida, así de las buenas, se pide permiso; rara vez le impiden a uno sentarse, aunque al sacar mi meriendilla me sentí observado y envidiado.


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Llegar a Granada

2 Diciembre 2013

A Granada he llegado después de un día de autostop largo, cansado, ya de noche, aunque veía volcanes ya en el atardecer.

La única gracia de llegar a una ciudad grande en este momento se reduce a que ahora paso desapercibido en mis andanzas. Hay más como yo, ya no soy la gracia del día, maravilla. Pero he vuelto a la ruta pisada, con su inglés en el hostal, sus gringos, sus precios más altos…

Total, que me siento a cenar en una terraza bien merecida en un lugar que, después de las cuatro vueltas de rigor, decido es el mejor por precio barato y situación agradable. Con birra.

Tardan un pelín, y justo cuando me ponen el plato, aparece John. Un negro gracioso, sin una pierna, con muletas, que si le doy un cigarro, SI, aunque me quedan dos, rollete where are you from, bueno, que si me importa que se siente, SI, disculpa, pero quiero cenar, bueno pues se va, hala, con Dios.

2 minutos. Aparece un hombre con guitarra, que parece que va a tocar, que qué le tocamos hoy, quieto, que me apetecía estar un rato tranquilo que vengo de lejos, cansado, cenar bien, pues el rollete de que si la mujer le ha echado, una hija pequeña, porfa no te sientes, se sienta igual, al final hasta majo, quedamos para pescar al dia siguiente.

5 minutos, aparece un perro sin la pata delantera derecha, sucio, se sienta guardando dos metros de distancia y respeto, a mi lado, y NO ME QUITA LA MIRADA hasta que acabo de cenar, especialmente cuando me llevo algo a la boca. No dice nada. Ojos negros con penita.

A quién de los tres le darían algo?

Yo también. Acabé averiguando que se llamaba Tarzán y estaba todos los días a esa hora por allí, y le llevaba cada noche los restos de mi pollo callejero. No era el único que lo hacía!

La pandilla de Darío

4 diciembre 2013

No hay nada peor que una pandilla local aburrida. Especialmente cuando son de los de a ver quién es el más jarto, y cuando uno tiene todas las papeletas, y bienvenidas, de que le llamen Jesucristo, Bin Laden, y ahora, ya en el puesto número uno, Santa Claus. Les ayuda también pensar que uno es gringo y no les entiende, porque ahí se llega ya a la falta de respeto fácil, ininteligible por el objetivo.

No suele pasar, ojo. Y no es que los chavales de Darío fuesen más malos, todo lo contrario: no he tenido ni un problema en Nica. Pero a veces, viajando, se huele el silencio, la mirada de aquél, la envidia, una intención obvia y un murmurar inaudible. Y para todo esto, hay un antídoto infalible.

En una salida del pueblo por si los campos, encontré el lugar que buscaba, abierto y enorme con vistas a las montañas y el sol poniente. Pero allí había unos cuantos chavales jugando al fútbol que no tardaron en llamar mi atención con silbidos, gestos de fumar, y finalmente con allanamiento de lugar y presencia.

La moraleja esta vez va al principio y a modo de comercial tv.

Si te intimida la pandilla local, te miran raro, te dicen algo que no entiendes pero suena feo, y en definitiva, si no te gusta la pandilla local…

únete a ellos!

Te gustará la pandilla local, y pasarás una de las mejores noches!

Con el debido respeto, elección de temas, miradas a los ojos, integración y presentación con cada uno, humor, y quizás complicidad con quienes parecen ser más respetados… no habrá pandilla que se te resista!!!
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Momentos Nicas

2 Diciembre 2013
Vuelta a Nicaragua (presente)

Me costó despedirme de Walter.
Me ofreció un día más en su morada, y yo a cambio le regalé una tortilla de patata española, que disfrutamos con unas birras la última noche. Pero me esperaban otras aventuras nicaragüenses que ya iba necesitando.

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Nicaragua es rico. La buena vibra recibida desde que entré no era coincidencia. Sus gentes son risueñas, educadas, agradables, humildes, sin ambición, acogedoras, honestas y nada envidiosas. Y felicianas. Esa riqueza. Es barato, mucho, nunca han intentado timarme desgraciadamente por guiri como antes, no se molestan en intentar cobrar más y poner cara de póker al decir un precio a un turista: el precio es el que es, y punto. Y si vienen turistas, pues más dinero, pero no se cobra más. Esa honestidad. Tampoco me dejo, y pregunto el precio de las cosas antes a los demás. Peligroso podrá ser en ciertas zonas y a ciertas horas, como todo. Pero siempre me advierten de los peligros y aconsejan muy sinceramente, como ayer, que un hombre me pidió que si me querían parar en un paso cuando volvía de noche en bici, pasara corriendo sin parar, pues me iban a vaciar. Como y duermo pobre pero gasto menos de dos euros en comer y unos cuatro en dormir. Hoy un ferry me ha cobrado un euro y pico. Se puede dormir gratis en lugares a cambio de colaborar o ser voluntario… y además tiene lugares con movimiento y diversión como Granada u Ometepe. Nicaragua reúne todos los requisitos que busca un mochilero como yo.
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