es ésto, ya.

La vida es ése momento en que te das cuenta de que todo eso que no tienes y que estás buscando, lo tienes y te está pasando. Y que aunque no concuerde en género y número con lo que buscabas, es éso.

Son momentos muy breves, son iluminaciones, quizás. Ya ni recuerdo ninguno con claridad, pero sé que me ha ocurrido hace poco y había mucha luz iluminando unas hojas. No recuerdo más, pero creo que no fue la única vez.

Es como un sueño que has de remembrar al despertar, para volcarlo al disco duro del día a día, que es el que sí se puede recordar fácilmente; no como la otra, la jodía, la RAM del sueño que en seguida es sobreescrita por memeces, no vuelve.

Es muy efímera la impresión, hay que estar atento y, cuando llega, quedarse inmóvil, dejar de respirar, como si se nos hubiera posado un morfo costarricense iluminado en un brazo, observarlo con toda la atención, pues somos conscientes de que se va a ir,
y no vuelve.

Así que lo que queda en ése instante es felicidad, pues pocas conclusiones pueden sacarse más allá de que ‘está todo bien‘, ‘lo estoy haciendo bien‘, ‘todo va a ir bien‘ ó ‘es ésto. ya.‘.

Es un momento espiritual, al final no hay nada más espiritual que una hoja iluminada. Un día soleado en el que la batalla por ser y tener es despejada a golpe de trompeta victoriosa por la presencia consciente, los cuerpos muertos de los guerreros por el suelo han muerto por algo y no en vano; la gloria futura y la perfección inalcanzable y frustrante se acallan ante la simplicidad, ante un microscópico presente que sopla diciendo ‘ésto es real, estás viviendo’, y que no se puede romper.

Al final es, todo, un momento, un instante en primera persona a través de tus ojos, los inocentes, los de tu niño: los sabios. Los que no esperan más que ésto,

los que saben que no hay más que ésto.

ENTRE LOS ÁRBOLES

31 de diciembre.txt

Finales de diciembre. Averigüé por Nacho el lugar, y cuando llegaba, estaba ilusionado por poder entrar en contacto con esta gente y compartir con ellos unos dias tan especiales. Caminé despacio fuera de este pueblo costarricense, siguiendo las indicaciones de los residentes, y aunque algo nervioso e indeciso por haber dejado descartadas otras opciones atractivas para empezar el año, como la familia del Jungle Hostel, algo me decía que había tomado la decisión correcta, porque las cosas habían pasado sin llamarlas: Nacho me habló justo en el momento perfecto, con la dirección, y él me proponía ir.

Dos furgonetas hippies con llamativos colores y pintadas yacen a un lado del camino paradas por mucho tiempo. Un cartel pintado a mano sobre madera junto a un sendero de salida me confirma que he llegado; Como en toda rainbow, dice alegremente con colores de arco iris: ‘Bienvenido a casa’.

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Rainbow, una familia nómada

Sigo avanzando por Costa Rica.
Ha sido fácil dejar que el viaje fluyese, tomarme un descanso de fotos y sonidos, no escribir tanto y estar más conectado con el camino; creo que fue lo más inteligente.

Aunque intentaba dejar ir, no pude evitar a veces evaluar otros daños del robo, como todos los sonidos grabados desde Honduras… mi librito… o los sonidos de Costa Rica y Panamá que no estoy guardando en mi proyecto, precisamente en este momento en que escucho uno interesante cada 100 pasos…

En definitiva, creo que lo mejor es aceptarlo como un mensaje para centrarme en el viaje y en todo lo que me puede enseñar. Al final cuanto menos se tiene más libre, ligero y tranquilo se viaja: mi mochila ha adelgazado mucho desde que empecé, al ir descubriendo lo verdaderamente necesario.

Aunque son muchas historias las que podría contar de Costa Rica y Panamá, quisiera guardar la de la última noche del gran 2013 y sus circunstancias.

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24 de diciembre.txt

-Pues no hay sitio para entrar al parque-, dijo Kenneth muy tranquilo para la desesperación que significaba para mí la noticia, después de colgar el teléfono.

Estaba en Costa Rica, y Kenneth era uno de los componentes de la familia que llevaba el Jungle Hostel, un lugar donde estuve muchos días por acogerme como uno más desde el principio y por estar ubicado en la península de Osa, uno de los lugares con más biodiversidad que existen. Cabañas de bambú en la jungla, con mosquitero, sin luz ni internet, sólo un generador por las noches hasta que cenábamos y nos cubríamos de velas o leíamos. La banda lectora era ‘Mo’, de Lara Ríos, y era apropiada para el lugar en que estaba y el que iba a visitar.

La noticia de no poder entrar (por lleno) al parque nacional de Corcovado, joya de Costa Rica y contenedor del 5% de la biodiversidad del planeta, estropeaba mi plan de pasar el 24 de diciembre de esta historia perdido en la noche de semejante parque. Pude pelear una entrada de un día sin noche, y la conseguí en el último momento el día antes.
Evidentemente aquí ya sabemos todos que, aún sin permiso, yo no iba a salir del parque aquella noche.
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