Una religión universal

Septiembre 2016

Viajando por India se hace más insistente la necesidad de religión y yo hago ahínco en su universalidad. Es como un objetivo común a todo hombre. Lo que aquí se conoce como Ciencia de religión es ampliamente conocido por las gentes, son verdades a gritos extraídas por sadhus, rishis y genios de la observación y experimentación yógica. Lo poco que puedo juntar de las migas que quedan en mi cabeza tras conversaciones sobre el tópico o tras párrafos de libros de maestros que ya no están en el planeta, pero SON mis maestros, han de quedar en yomelargo.

Aprendo, de las escrituras y sin un gurú que me guíe, que no hay acción sin necesidad. Los humanos nos movemos por necesidad, motivos, deseos, y nuestras acciones vienen determinadas por una finalidad. Pero, ¿cuál es el objetivo final de nuestra existencia, la finalidad universal? Aparentemente lo que hacemos, sea bueno o malo, lo hacemos para la obtención de una satisfacción, felicidad, paz o bien permanente, y evitar el dolor; en cada acción obviamente tratamos de evitar el dolor y conseguir placer.

El aprendiz se inicia para convertirse en experto, para conseguir dinero, para satisfacer deseos, para poner fin a un ‘dolor’ (el dolor del deseo) y tener más placer o satisfacción. Todas las acciones llevan el fin de placer propio, que hoy confundimos con el verdadero objetivo final de la humanidad – la Calma interior y global, que no es lo mismo: la satisfacción es personal y egoísta, temporal; la Calma con mayúscula es obtenida cuando se desea para todos, tiene que ver con el amor y es permanente.

Si nos preguntan -¿Cuándo quieres placer? Decimos siempre.
Si nos preguntan -¿Dónde quieres placer? Decimos en todas partes.
Si nos preguntan -¿De quién quieres placer? Decimos de todos.

Examinando la raíz última de todas nuestra acciones o las respuestas anteriores, podemos suponer que acabar con el dolor y obtener alguna felicidad todo el tiempo, de todos y en todas partes es nuestra máxima, pero los objetos que las causan son dependientes del tiempo, del espacio y de la persona, cosas temporales e impermanentes que crean felicidades momentáneas o temporales, que alteran la paz y la Calma, creando lástima. Y si suponemos que podemos librarnos de este sube y baja del dualismo terrenal incorporándonos a una posición espiritual o práctica religiosa en la que sintamos una independencia del tiempo-espacio-persona o de la identidad real propia o corporal, donde uno nunca es tocado incluso en la mayor dificultad…

…¿por qué no redefinir la religión como ello? ¿Por qué no darle la prioridad a este camino para alcanzar todo placer, felicidad y serenidad? ¿Por qué no considerar religiosas, sin connotaciones regionales, sectosas u ortodoxas, a todas aquellas acciones que nos lleven a la obtención del fin último, seas cuales sean en el país que sean? Es sólo así que yo puedo aceptar mi propia religiosidad. ¿Es que meditar me hace religioso? Si me acerca al entendimiento y fin últimos, Sea. Pero que yo medite para obtener una ‘satisfacción’ o mejor estado, vendría pues finalmente a ser tan legítimo como que una persona se quite la vida: todos, ignorantemente, creemos que vamos a ‘estar mejor’, a acabar con un dolor, a conseguir un placer…

Ninguna religión universal, pues, puede ser estrictamente ligada a ninguna práctica o rito, o por ejemplo la asistencia a una Iglesia, por mucho que los ‘hermanos’ nos indiquen lo contrario o llamen la atención si dejamos de ‘practicar’. Nadie es más religioso por ir más a misa o meditar u ofrecer flores y dinero a tal deidad, y velas, si después se comporta como un orangután por la calle. Mientras apuntemos a la obtención de la Calma (la general) en cada acción, al objetivo universal de cada hombre como especie, somos religiosos, y fuera. No hace falta más, y esto me atañe y aplica para mí, para Mohammed y para Aladdin.

Encontrar esa Calma (la de todos) es otra historia. Puede significar seguir una serie de normas que en occidente nos irritan y hacen creer que alguien está estropeando nuestra libertad con esclavismo, pero en realidad esas normas salen del fondo de uno cuando tiene el objetivo bien claro. El eterno dualismo de lo que los indios llaman ‘maya’ (la ilusión de que la existencia depende del cuerpo humano únicamente y somos seres independientes, sin alma) entre el bien y el mal y su incomprensible línea divisoria está dentro de cada uno, todos sabemos lo que está bien o mal, pero pocos entienden la verdadera ley de la naturaleza al respecto (la ciencia), los efectos de promover el mal o hacer el bien, la necesidad última de perseguir el bien y la Calma final comunal (insisto, no la individual, que perseguida, involucra en algún momento la promoción del mal).

Que, evitando el mal, no queramos degenerar, experimentar miseria, dolor, sufrimiento, implica que tales cosas existen, y que su opuesto en el dualismo, la satisfacción, la felicidad, el bien: la Calma, es nuestro objetivo último, nuestra religión (quitándole peso a un palabro tan repudiado hoy en el mundo, al menos en el occidental, y por mí cuando escapaba de él hace años).

Y que confundir el objetivo final, la Calma, con nuestra propia satisfacción individual, es resultado de la sociedad alrededor y de nuestro vicio íntimo con los sentidos, es una de las máximas que aprendo en oriente. Y quizás desde mi soledad he podido ver, sin tanta influencia, verdades flotantes; para orientalizar un occidental, pónlo en el medio de Asia, y aprenderá a disfrutar de las costumbres y pensamiento de los paisanos del lugar.

Por ejemplo, llevo meses cagando sin papel higiénico por un agujero en el suelo y lavándome el jans con agua y mi manita, o comiendo el arroz con la mano, y ahora me sorprendo pensando en lo cerdos que somos en Europa al conformarnos con pasarnos un papelito seco por la raja cada vez que tal, y punto. Quién tiene la verdad? Qué es lo universal? La verdad subjetiva varía.

A una gran amiga cuya fé cristiana es infinita, me gusta preguntarle si sería tan cristiana habiendo nacido en Kyoto. Su silencio contesta. ¿Qué hay, pues, de la Verdad, o de la religión universales? Pocos se preocupan de ella, inmersos en sus propios placeres mundanales, en sus comidas extensas, en sus orgasmitos, sin mirar más allá del plato o de la cama; y de ellos, pocos, habiendo entendido intelectualmente su importancia, conciben la decisiva parte que tienen en llevar tal Verdad a la práctica.

Brillan, de pronto en mi camino, todos los muchachos, monjes, santos, yogis etc, que viven en torno a los monasterios budistas de Sikkim, y otros templos de la India.

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