Husos y telares

Una mujer de rasgos enamorantes y no menos de 85 años, pedalea en un huso de una madera chirriante y barnizada de manoseo, de vieja. Está en la única puerta de su casa de adobe, firme y con una expresión de calma. Con atuendo local de su poblado, me sonríe.

Estoy en Waiku, Lamas, poblado indígena tradicional donde se mantienen tradiciones y magias.

No sé como sacar una foto a tanta belleza sin ser brutito, y de pronto estoy hablando con ella sobre su labor, sorprendido de veras con su huso y un puñado de lana en su mano, del que sale un hilo retorcido perfecto. Su marido se presenta y al mirar dentro de la casa veo un auténtico telar, entendiendo al instante por qué usamos esta palabra para designar algo complicado.

Él lo usa para coser telas grandes y preciosas de hamaca, ella genera hilos, pero con mucha calma, siempre lo han hecho, no hay prisa. Si yo tuviese que hacer todos los hilos que usa él en el telar, estaría un tanto ansioso. Entre explicaciones de él en el telar y pedaleos varios, cuelo unas fotos.

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No acaba ahí el tinglao: una vecina sorprendentemente atractiva para su edad, con dientes de oro y dibujos de cruces en la paleta, llega y se sorprende con mi presencia. Me saluda y poco después, me regalan mi primera ducha de quechua.
Sonaba tan lindo que hube de grabar un video oculto, una vez más, para llevarme mi precioso sonido.

Mientras escucho, descubro, encima de una puerta que da a un patio trasero que grita 1900 en nuestro país, un cuadro de ambos, quizás del día de su boda. Es un dibujo. No hay mucha diferencia con la realidad actual.

Conversaciones psicotrópicas con…

10 Sept 2014

Hoy me he subido a la primera camioneta que se ha parado en la carretera para llevarme hacia Tingo María.

Dos muchachos y un hombre ya estaban encima; los muchachos sólo me han mirado, sin embargo el hombre, de avanzada edad pero aspecto respetable, con el viento en la cara y el sol detrás, me ha hablado y en tan sólo cinco segundos estábamos totalmente enfrascados en una conversación sobre la ayahuasca.

Es completamente interesante poder hablar con gente de todas las edades, pero especialmente con los abuelos, sobre experiencias profundas, transcendentes, personales, psicotrópicas. Viajes. Diría que es único del Perú.

Este hombre me explica con total confianza sus momentos, sus locuras. Pero todo lo que dice es de rigor, serio, no por su edad, sino porque lo dice cabalmente, lo sé. Todo el mundo en Perú ha usado esta planta sagrada alguna vez, y todos reconocen su poder. La planta les ‘agarra’ y les hace ver cosas que necesitan ver, oír verdades que necesitan oír. Cura, mental y físicamente, purga.

El hombre se conecta con la naturaleza, sus palabras, pero de manera preciosa. Dice que la entiende, que ella le protege. Que ve fieras grandes y lindas con él. Que su energía se carga y es bueno. Uno puede intuír, la intuición se manifiesta, las posibilidades humanas se hacen más posibles, reales. El recuerda llevar un campo de energía por delante, y que al encuentro de un peligro, su campo lo nota y tiene tiempo de reaccionar.

También me cuenta que en una toma con un grupo, él se separó para vivir su experiencia y se dió cuenta de que los demás necesitaban venir con él por algo, y les pidió mentalmente que fueran: llegaron en minutos. Es verdad, no mentía.

Un hombre tosco y serio se sube en la camioneta, a todo esto. Por un momento me preocupa -mi mente pendiente- que lo primero que oiga de mi amigo sea una historia sobre cómo se peleaba con unos duendes en uno de sus viajes, a puño y sudando, pero le miré y estaba muy tranquilo. Lo olvidaba, estoy en Perú.

Tres mosqueos amazónicos

Agosto 2014

Los árboles

Innumerables son las veces que, estando por el Amazonas, he oído motosierras de fondo en algún lugar.
Ñieeeee, ñiaaaahhhhh

Un eco de mosqueo desde primeras horas de la mañana.

A veces me aventuraba selva adentro siguiendo el sonido; sin embargo a veces me preguntaban a dónde iba, como en Codajás, en donde una vez nos confesaron a mi amiga Lua y a mí que el pueblo pensaba que los dos éramos policía secreta. Ese mero hecho nos dio a entender que ocultaban algo. Aunque la policía brasileña está totalmente comprada, y todo forma parte de la misma farsa, por un momento quise ser investigador de verdad.

A veces encontraba cementerios de árboles, una manzana pelada. Otras, en entradas por la selva, me encontraba muchas veces con un sólo árbol tumbado y destripado en medio de la nada. Desgraciadamente se meten a buscar los más grandes, los inmensos, los que tienen cientos de años, los que ya no quedan. Dan madera mejor. A nadie le importa nada más que éso, aquí.

La tala descontrolada es real.

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El mundo sin carreteras

0X Septiembre 2014

Estoy en el último barco, presumiblemente, que me transporta durante varios días por este mundo sin carreteras. Voy a llegar a Yurimaguas, en el Perú. Han sido, en total, meses de agua y selva. Un mundo en el que todo, absolutamente todo, es agua: el Amazonas no es sólo el río; es su cuenca. Lo he visto crecido y sus aguas inundan mucho más allá de las orillas que vemos, kilómetros y kilómetros de llanuras, lagos y bosque inundado. Mágicos bosques con vida por encima y por debajo del agua.

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Apuntes del Ahora

Si los comparto con mi tribu, los comparto con ustedes:

No ha habido nunca un momento en el que tu vida no fuera ahora, ni lo habrá -piénsalo-.

Nunca nada ocurrió en el pasado, sino en el Ahora. Nunca nada ocurrirá en el futuro, ocurrirá en tu Ahora -ya, piénsalo-.

El pasado es una huella de la memoria almacenada en la mente de un ahora anterior -toma ya-.

Nada existe fuera del Ahora.

Termina con la ilusión mental del tiempo. Vence a tu mente.

Permite y acepta que todo sea ahora:
Vive la llama del ahora.

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Salir de un arco iris

Principios septiembre 2014

Estoy literalmente sin palabras.
No encuentro como describir la situación que vivo después de dos semanas reveladoras en una comunidad, pero estoy lleno de sentimientos, eso es seguro.

Por momentos quiero volver… pero creo que si vuelvo no saldré más: llega un punto en que nada importa más que el bienestar que se alcanza en esas circunstancias… y me da vértigo.

Durante una hora sentado junto a un hombre aleatorio que me ha traído a Nauta desde allí, en su furgoneta, sacaba la cabeza por la ventana observando y comprobando que todas las estrellas estaban en su sitio después de tantos días ocultas tras los árboles de la Amazonia. Además, así esquivaba un poco todas las preguntas que todos los peruanos tienen que hacer a todos los ‘gringos’.
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Cosas de un barco viejo

21 agosto 2014

Delante de mí, un interminable túnel de madera.
Una pasarela hacia el Amazonas.
Nunca deseé tanto llegar y encontrar al Amazonas, para tirar mi mochila en el barro y zambullirme en las aguas sucias, marrones, café con leche, de este río.
Quiero quitarme todo el barro, mierda, bichos y pajas que he acumulado en esta travesía. El montón de litros de sudor.

Vengo de cinco días en la Amazonia peruana, cerca de Iquitos. Sólo dos días después de llegar a esta ruidosa y polvorienta ciudad, necesité y busqué mi vuelta a la selva. Un suizo que conocí en el último barco y que resultó, tal vez, aún más loco que yo, se viene conmigo.

Varios días disfrutando de la magia peruana en casas y poblados de una ruta aleatoria junto al río Mazán, cocinando al fuego, durmiendo donde cayésemos y aceptando la hospitalidad de los locales. Sin duda despertamos el interés de todos ellos, especialmente de los niños, cuya timidez les hace observarnos con completa atención y sin articular palabra, largo rato, mientras se multiplican en un recreo de su escuela junto a nuestro refugio, en una mañana cualquiera de un poblado idílico. Sólo algún gesto estúpido de los nuestros les arranca una risotada.

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