Buscar el sol urbano

5 diciembre 2013

Otra cosa mala de una ciudad, por muy hermosa que sea, como Granada, es el rato final de la tarde, con las cosas ya hechas, cuando uno quiere ver ya la puesta de sol.

Y uno empieza a andar, y a andar, y parece que al final de aquella calle se abre, pero es una ilusión. Siempre hay casas, y encerronas. Y se sigue caminando, y se llega a un cementerio. Pero hay más árboles que muertos, así que se sigue caminando, saludando al personal, millones, nunca se acaba, se entretiene uno leyendo nombres de difuntos, y fechas. Al cabo de tanto, ya que un cementerio suele estar un poco a las afueras, se empieza a abrir, y cuando ya mi sombra mide unos 25 metros, y se nos iba la gracia, todo ha merecido la pena. Los muertos aquí al final son recientes y al escoger una lápida, así de las buenas, se pide permiso; rara vez le impiden a uno sentarse, aunque al sacar mi meriendilla me sentí observado y envidiado.


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Al día siguiente, paseé con toa la calor observando lo bestias que eran las casas coloniales que se hacían antaño. Granada es una bonita y activa ciudad a orillas de un lago, es colonial, y sus casas buenas y robustas, con teja y vigas de madera, faroles grandes colgados de la cubierta sobre las aceras, los techos altos, las entradas enormes, que ahora usan como salas de estar, donde ven la tele y hasta cocinan. Las casas buenas están exageradamente elevadas a un metro del suelo, para el orgullo de los dueños, que bendita su herencia, posan con codos en barandilla y sonrisa de riqueza. La navidad está por todas partes con luces horteras de colores que uno no acaba de asimilar, villancicos, los de siempre pero versionados por una disco móvil, y la Virgen de nosequé por las calles todos los días, hasta el día 8, con sus consiguientes petardos. Niños sin algún dedo, habré visto ya como tres.

Una iglesia preciosa bajando al puerto es la estampa más bonita que recuerdo de Granada entre calles; el final de la calle de la Calzada, cuando deja de haber restaurantes y guiris, y se queda uno sólo, empedrada y adoquinada; y por último la vista desde la orilla hacia el lago, lejos de la ciudad, donde el agua está más limpia, con sus olas de mar y sus tranquilos habitantes.


Cuando llegó la hora, estaba sentado en el parque central, cavilando cómo enganchar al sol.
Tenía delante la catedral de Granada, se me hacía tarde, y sus torres con sus campanarios estaban ahí arriba, con vistas a todo, donde no hace falta caminar ni un paso. Con todo el meneo de la Virgen seguro que habría poca gente pendiente de mí, así que por qué no intentarlo. Cavilado y hecho.

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Nadie me molestó, y fue un atardecer cojonudo. Me subí un par de gominolas que venden en la calle, y si no fuera por el miedo de quedarme encerrado allí y el brinco que pegué cuando empezaron a tocar las campanas, que bajé como el rayo y me olvidé allí no se qué, me podría haber estado horas, porque había mil rincones donde mirar. Los balcones en una esquina de la plaza, las palmeras desde arriba, los puestecitos y sus compradores, la gente sentada en las terrazas, los vendedores de helados, con su campanita… en fin. Un gran sonido global que capturé, cómo no.


Hacia el otro lado, mi 360º me dejaba ver el lago, mi iglesia preferida desde un ángulo inaudito, y las engañosas montañas de otra orilla, que a veces desaparecen y el lago se convierte en mar.

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Otro día mi primera foto fue un muchacho que no es que represente una realidad tangible o común en esta ciudad, pues no se ve una pobreza extrema en su calles. Hasta creí que se había quedado dormido jugando. Pero el caso es que era guapo y la foto valía la pena.

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Después lo pasé en bici alquilada por Granada y alrededores lejanos, y en torno al gran lago Nicaragua, al que estaba deseando conocer, el más grande de Centroamérica. Para la puesta de sol, ya me entró morriña de campo y me fuí a la Laguna de Apoyo, más chiquitita, limpia y acogedora, donde me bañé y degusté una meriendilla ya secándome; el sol se fue pronto tras las colinas laterales, pero lo ví todo.

Y para completar el 4 de 4, para irme de Granada me coincidió un ferry que justo sale los jueves, a Ometepe, una isla volcánica en medio del lago Nicaragua, que partía al atardecer. Un ferry muy afortunado!

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Ahora, iba ya en busca de atardeceres pero volcánicos. Me preguntaba, en la barandilla del barco, si desde la impresionante isla de Ometepe podría verlos todos, como en Granada.

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Próximamente, Ometepe, la isla que son dos volcanes juntos en medio de un lago.

5 comentarios en “Buscar el sol urbano

  1. Urte berrion!!!! Feliz año supermakinonnnn!!!!

    disfruta la fruta y a gozarla por donde caigas!!!

    un abrazo enorme!!!!

    (seguire tus andanzas)

  2. Aupa Dani, tu hotel de cinco millones de estrellas tiene un jardin muy grande… Ometepe.. Viejos recuerdos… Estaba en una cooperativa de cafe donde se podia ver petroglifos precolumbianos. Desafortunado no subimos a los volcanos, espero que tu nos cuentas sobre ellos. Creo que se puede bañarse en el lago del crater… Hay que enterarse en cual de los dos ;>
    Bueno que sigues feliz, ya tienes un seguidor belga.

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