Bacalar

18 agosto: Decidí volver a Méjico.

La vuelta desde las islas por Belice y la escapada a Guatemala me hicieron perder la ruta sur del país y quería retomarla. Crucé Belice de nuevo, la mayor parte a dedo, y entré en Méjico por Chetumal, para encontrarme con unos amigos en Bacalar, un lugar que no quería irme sin ver.

La laguna de Bacalar es una enorme extensión de aguas poco profundas con arena blanca muy suave y un oleaje ligero de tonos azules, esta laguna es parte de un sistema lagunar de aproximadamente 55 kilómetros de largo que comunica a la Bahía de Chetumal por el Rio ondo. Su nombre proviene del maya Sian Ka’an Bakhalal. Sian Kaán se traduce como nacimiento del cielo y bak halal quiere decir «cercado o rodeado de carrizos». Entre los años 415 a 435 d.C, provenientes del sur, los mayas fundaron lo que hoy es Bacalar, permaneciendo en el lugar cerca de 60 años en su primer asentamiento.


Se la llama también la laguna de los 7 azules por la multiplicidad de tonalidades entre verde y azul que muestra debido a la claridad de sus aguas, el color de fondo, el sol y las profundidades. Es agua fresca y extremadamente saludable, rica en actividad orgánica, bacterias y con un fango blanco exquisito para la piel, que olía feo pero saludablemente. Un australiano que conocí bebía agua de la laguna diciendo que así su cuerpo estaba preparado para el entorno.

Puedes caminar y caminar y casi nunca cubre más de tu cintura, lo que hace que pasees y vayas de embarcadero a embarcadero con libertad. Es genial estar viajando en temporada baja y que todo, casi siempre, esté vacío. Pero quizás lo mejor de Bacalar fue el lugar donde dormía, a orillas de la laguna, deliciosamente decorado y construido con la naturaleza, y con embarcadero privado. Silencioso, agradable, cómodo, con cocinas rústicas y baños de palapa, y las cabañas para dormir, muy acogedoras. Se llamaba magic bacalar.

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Hicimos excursiones en piragua, y llegados a un cenote, nos paramos a flotar por sus bordes, llenos de árboles vegetación por la que nos costaba avanzar… practiqué unas inmersiones en apnea para ver por debajo de las aguas poco transparentes superiores, encontrando que los árboles lanzaban sus raíces, libres al agua, interesantemente. Después atamos nuestras piraguas y nos tomamos unos aperitivos con birras esperando a que saliese la luna, flotando.

Pero lo mejor fue la luna llena que ví un día en el embarcadero.
Salía sóla, grande y naranja por justo en frente, sobre las aguas, subía jugando con las escasas nubes, y es la mejor salida de luna que he visto hasta el momento en el viaje. Irradiaba energía y los presentes estábamos teniendo cierto éxtasis y euforia. Lástima que las fotos no sean muy allá.

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