Cambio de rumbo

Bitácora pacífico: día 110
25 Septiembre 2015

El motor se había llenado de agua salada. Los dos tripulantes del Nessum Dorma, el capitán italiano Mario y yo, navegábamos de popa, y la escora del barco y la ola contínua dándonos en la aleta de babor, donde está la salida del tubo de escape, hicieron que entrase agua y que no arrancase. Con la radio SSB, cuya antena baja desde la perilla del mástil hasta popa, y cuyas ondas rebotan entre la ionosfera y la corteza y en teoría permiten comunicarse por medio planeta, pudimos recibir consejo de viejos grumetes que se conectan a la misma hora cada día UTC, como mi último capitán.

Lo arreglamos tapando el escape y haciendo dos cambios de aceite completos, girando los pistones a mano y con paciencia. Pero seguía dando problemas. Antes de que el capitán me lo dijera, lo sabía, lo ví en su cara. El pase para entrar a Wallis, donde acordamos me dejaría, es peligroso y estrecho, hacen falta nudos de motor y entrar con el motor a medias es un suicidio. Los vientos nos sacaron al norte porque en nuestra ruta se quedó calma chicha. Pasábamos cerca de las Samoas, y me dejaría en Samoa occidental.

Me indigné al principio porque tenía apego a la idea de Wallis: es francés (casa, fácil) y quería conocer una isla enana, casi sin turismo, rara, pacífica, segura y auténtica, donde poder acampar en cualquier lugar al llegar. De Samoa sabía 0, quizás me pedirían vuelos de salida en inmigración, era grande, quizás insegura, se complicaban las cosas. Hoy por hoy estoy feliz aquí y me doy en la frente por haber vuelto a desconfiar del destino. Sigue leyendo

Días 91-93

Día 91 de la bitácora pacífico
06 Septiembre 2015

A bordo de un barco nuevo, con Mario, capitán solitario italiano y rumbo a Raiatea. Necesitaba salir de Tahití y me fui con el primero que pude; me pregunto si no habré cometido un error moviéndome a Raiatea, isla cercana que quería conocer, perdiendo el intenso tráfico de Tahití.

Pero tales errores no existen, no? Este es mi camino.
Si no, no estaría aquí.

Tampoco me paga y creo que pasaré hambre. Va a Wallis y Futuna, cerca de American Samoa y Fiji. Pero son islotes perdidos, una locura por poder quedarme allí atascado, aunque interesantísimos porque no tienen turismo y son ejemplos únicos de la vida en el pacífico.

Todos los capitanes tienen ese aquel.
Pero Mario y el barco no están mal. Me motiva la historia de barco a dos manos entre capitán experimentado y tripulante aprendiz.

* * *

Ha vuelto el Principito. Siempre que no tengo otro libro recurro a él, mi mini-versión de 5 centímetros. Me hace pensar. La luna está fuerte. En estos momentos de dudas y rumbos inesperados me pregunto dónde está mi destino. Quisiera volver a la jungla de Brasil. Es en la jungla que quiero enseñar a mis hijos a ‘ver con el corazón’ y no con los ojos: -Lo esencial es invisible a los ojos-, dice el zorro del Principito. Quizás yo pasé demasiado tiempo en el lado de los ojos y estoy casi sin vuelta atrás, no consigo arriesgarlo todo, entregarme totalmente, tirarme al vacío.
‘Soltar todo lo que no es la vida’, como Thoreau, ver hasta dónde puedo llegar. Estoy como atado a la vida ciega, y es confiando en el instinto o intuición que uno elige el verdadero camino y sabe que todo va a estar bien. Incluso en Raiatea!?

Y no me lo creo del todo, no puedo lanzarme, la parte racional no-instintiva, la cabezona, la mente, no te deja hacer ‘locuras’. Como dejar o entregar todo lo que no es la vida misma. Aquel sueño repetido de tirarme de cabeza y corriendo al vacío negro, por el hueco de la escalera de Semoleres o la bañera del cuarto de baño, es como una señal para hacerlo. Me tengo que tirar y confiar en que siempre resplandecerá algo en el silencio del desierto: la belleza que sé ver. Es todo lo que necesito, con eso no falta nada. ¿Por qué no soy más valiente?

Huye y haz que tus hijos vean con el corazón desde el principio. Ése es el legado paternal, y gran parte del cambio necesario en nuestra evolución. El principio del cambio. ¿Es yomelargo el principio?

* * *

Día 93

Raiatea me regala durante unos días otras escenas pacíficas espectaculares, mientras Mario consigue algún material, antes de desembarcarme definitivamente.

Se nos rompió el teleflex al llegar y nos quedamos sin control de motor, con lo que tuvimos que tirar el ancla fuera de puerto y un poco expuestos. Lo estuvimos arreglando el primer día pero el tema nos duró lo suficiente como para ver imágenes de piragüistas locales, que siempre están con sus canoas polinesias (tienen un flotador lateral para estabilidad) haciendo ejercicio, cercanos al anillo y sus olas rompiendo. Body-surfers utilizan esas olas para surfear también. Otros barcos aprovechan vientos contundentes de atardecer para practicar viradas y trasluchadas.

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En excursiones al interior ví una flor blanca endémica de Raiatea en un valle jungloso donde pude bañarme en un arroyo limpio y sentarme una hora a escuchar. Buena gente. Un día un hombre francés que me iba a llevar unos kilómetros en su landrover acabó dándome un tour completo a la isla entre conversaciones excitadas y existenciales en un francés pobre pero suficiente. Llovía unos minutos, volvía a salir el sol y todo era verde y fresco.

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Los polinesios se mueven dentro del anillo de sus islas en embarcaciones pequeñas, muchas sin motor, y todos tienen junto a su casa, a orillas del agua o sobre ella, un ‘garaje’ donde elevarla y sacarla del agua con una rueda grande y poleas.

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He acabado los días casi siempre en el oeste, donde con visibilidad, puede verse Bora Bora anaranjada por la puesta de sol, entre otros espectáculos y cosas que tiene el pacífico.

Esperando en Tahití

Bitácora pacífico, día 85

Llevo semanas esperando en Papeete, Tahití.
Recuerdo la primera noche, fuimos los tripulantes a un bar de la ciudad muy conocido. Bien urbanizada en el centro, moderna, tráfico, industria, Tahití es el centro de operaciones del pacífico para todos los barcos. He visto los mejores y más impresionantes barcos de mi vida en los muelles de Tahití. Yates privados enormes con avionetas, helicópteros. Veleros clásicos con brillo y barniz en cada centímetro de madera. Cervezas, comida, chicas monas, gente jóven, buena pinta, por primera vez en mucho tiempo. Pero era todo carísimo.

Me quedé a bordo tres noches y después me fui con Carine, la mejor couchsurfing host, donde pude quedarme semanas sin gastar en dormir. Me prestó un móvil viejo para recibir posibles llamadas de capitanes.

La vida pasa tranquilamente pero siempre está esa sensación de estar perdiendo el tiempo, de que no me puedo permitir el no hacer nada. Así que todos los días visito las marinas (Papeete, Taina, lejanas) y compruebo que mis anuncios siguen ahí y les falta algún otro número de teléfono… En Taina alguien quitaba siempre mi anuncio, creo que por competencia, y me cabreaba mucho. Socializaba en el bar de Taina, cada noche lleno de grumetes, capitanes, y tripulantes, hablaba con la gente en cada mesa, me sabía mi discurso en francés de memoria, preguntaba, dejaba mi email, mi número.

Me he reencontrado con la tripulación del primer barco, Zanzíbar, tuvimos nuestras risas, sabíamos que volveríamos a vernos! Me he reencontrado con la familia brasileña Schurmann, famosos por su programa de televisión, que intenté convencer para que me llevaran cuando buscaba veleros en Chile. Me he reencontrado con la pareja de belgas de Hiva Oa. Tahití es el hub.

El resto de la isla es, como todas, impresionante. EL sistema de nubes que gira en torno a ellas hace unos espectáculos de humedad, lluvias y luces en la puesta de sol que son deliciosos. Moorea es visible en el oeste, hermana, y crea más magia en las vistas oceánicas.

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He ido tres veces a Teahupoo, a dedo, más allá del istmo de Tahití.
Quienes sean surferos saben que ésta es una de las olas más grandes del mundo, y corría en estos días un campeonato del mundo allí. Famosos surferos como Slater y muchos locales buenísimos daban el espectáculo.

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Foto de Aurelien Deshayes

No tuvieron mucha suerte con los vientos, periodos y altura de ola. Todos mirábamos las páginas de previsiones meteorológicas buscando el día en que las olas llegaran con los 6 metros famosos de Teahupoo, pero siempre que fui estaban a unos 2.5m.

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Fotos de Aurelien Deshayes

Me encanta el mercado central, como siempre. Está cerca de la marina de Papeete y voy a veces temprano a hacer internet en un café y a observarlo con calma antes de comprar mis frutas. Los pescados de la zona son curiosos.

* * *

Una mañana de éstas, mi teléfono sonó con un número extraño en la pantallita monocromo. Era un capitán italiano. Se llamaba Mario.

Las flores flotantes

Bitácora pacífico

Día 77

Los múltiplos de 11 son buenos días, como el 33.

Estoy en una isla llamada Moorea, solo de nuevo, volviendo a la tienda de campaña y la hamaca, independiente, recorriendo a dedo la carreterita que da la vuelta a la isla, muy pegada al agua.

La situación es la siguiente. Hay una nube enorme tapando el sol poniente justo en el oeste, muy gris. Contuvo el espectáculo hasta el final, cuando no pudo más y se le escaparon unos naranjas a los lados: azul, naranja, gris.
Hay unas casas sobre el agua cerca, se llega por una pasarela desde los árboles, unos pinos que están tan cerca de la orilla que sus ramas quedan sobre el agua y hay que agacharse para continuar el paseo.

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El atardecer de hoy, con tiempo, con horas, lo comparto con un perro que huele agujeros de cangrejo y cuando hay uno -lo sabe- lo desentierra y juega con él sin hacerle daño. Les da la vuelta, los suelta rápido antes de que le pillen un labio.Es su única habilidad, no tiene otras, es un acojonao, unos perros han ladrado desde las casas sobre el agua, y ha desaparecido sollozando 10 minutos.

Sería el típico pringadillo pero que cae bien.

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Una mini gaviota de mar de las que pescan en picado -he ahí mi descripción, hay tantas diferentes- ha quebrado el vuelo al verme y pensé que se había asustado, pero no, empezó a volar en círculos sobre mi cabeza mucho rato; luego, como hacía ruidos incesantes, vino otro como preguntando, Qué pasa, y ella le contestó algo, y los dos se quedaron un rato dando vueltas encima de mí y emitiendo graznidos insistentes.

Después se quedó sola de nuevo sobre mí, después se fué.
El perro y yo -él también estaba mosqueado- las miramos alejarse hasta que no pudimos saber si las veíamos o no. Yo me preguntaba quién habría venido a saludarme volando tan de cerca, y si nos volveríamos a ver.
El perro no sé qué se preguntaba.

* * *

De pronto, me dí cuenta de que unos objetos pequeños cubrían las tranquilas aguas que, dentro del anillo de arrecifes que protegen naturalmente a estas islas, son de poca profundidad, transparentes y turquesas, permitiendo hacer grandes recorridos.

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El sonido de las olas exteriores del pacífico rompiendo continuamente en aquellos anillos de arrecifes es quizás el que representa, para mí, a Polinesia.

Eran flores. Estaban perfectamente distribuidas en las aguas estáticas como espejos, alrededor de mí, flotando, perfectas, jóvenes y fuertes, moviéndose muy lentamente si es que había algo de viento, o tal vez con una corriente imperceptible.

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Algún viento las había traído desde algún árbol feliz, y ellas eran también felices y se entregaban así a su destino, aunque fuese ser destruídas con toda su belleza por la violencia de las olas, allí en el anillo, como conscientes de que ésa es su misión y de que son parte del ciclo único de la Vida.

Hermanos del pacífico

Yo no tengo hermanos (varones).

Pero en aquel barco navegaban conmigo mis hermanos del pacífico,
Edward y Alex. Edward era inglés y conmigo éramos los dos tripulantes ajenos del barco; Alex era el hijo de 7 años de los dueños del barco. Pero todos éramos una familia navegando el pacífico. Todos hermanos.

En mis excursiones por Nuku Hiva, Edward se animó alguna vez conmigo a caminar y así caminaba con mi hermano. Había un desfiladero que me llamaba a gritos en el lado oriental de la gran bahía de la isla, y recuerdo subir hasta el punto más privilegiado con él y compartir silencio y fruta. Mangos robados de alguna finca en el camino.

Los rayos de sol se filtraban por las nubes y tocaban algunos rincones de la bahía, y averiguábamos nuestro barco entre los varios, en la distancia. Allí está Alex! El sol finalmente rompió la nube y gritó antes de irse, mostrando su divino contento ante nuestra atención.

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Edward es menor pero aun así he aprendido mucho de él. Sé lo que es ser el hermano … no preferido de la familia. Edward tiene una actitud mucho más adecuada que la mía a bordo y eso le confiere un status de favorito. Además de ser anglosajón y tener esa ventaja cultural y de afinidad con los dueños, tiene más paciencia y menos prisa en el viaje. Le da igual todo. Confieso que mi desconexión ha sido provocada por la ansiedad de continuar el viaje, la preocupación por el dinero que se va en estas caras islas y los días que pasan sin movernos, mientras nos acercamos al fin de temporada, donde podría quedarme atascado en el medio del pacífico un invierno entero esperando a que pasen los huracanes. Además no puedo evitar discutir con el dueño (y capitán) conceptos prácticos de navegación en los que está equivocado por su inexperiencia, que es tan grande como la mía. Su dulce esposa calma con sabiduría y la única energía femenina de a bordo las diferencias.

Pero es otra de las enseñanzas que aprecio. El ser el hermano «malo» de la casa conduce a intentar y saber ser mejor hermano.

* * *

Alex. Gracias a él he aprendido a vigilar mi lenguaje, y ser el hermano mayor de un muchacho. Todos educábamos a Alex, era un trabajo contínuo de mantener una actitud correcta ante él, decir lo correcto y poner límites razonables a sus conflictos.

Cuanto más entregaba a Alex, más bonita se hacía mi experiencia con él. Si jugaba con él a algo, si simplemente miraba la pantalla de su ipad cuando me pedía que lo hiciese, cuando le puse ‘Alicia en el país de las maravillas’ aunque fuese en francés, notaba su afecto. Hubo veces que se me tiró encima antes de irse a la cama y me abrazó en silencio. Eso fue muy, muy guapo. Alex.

Alex en nuestra entrada a Rangiroa

Alex en nuestra entrada a Rangiroa

Hubo una vez que construí la nave más grande que jamás habíamos visto con sus piezas de Lego (esto le emocionaba). La llamamos la ‘super-hiper-invader-spacecraft’ y duró un tiempo sin romperse aunque jugábamos a destruirla y a ver si superaba golpes.

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* * *

Hemos conocido en Rangiroa una familia cachondísima de ingleses -wealthy people- con tres hijos preciosos y pecosos. Me recuerdan mucho a unos amigos de mi infancia.

Pasamos tiempo con ellos, comemos juntos, vienen a nuestro barco alguna noche, y estos van al suyo alguna otra mientras los ‘hijos’ nos quedamos viendo una peli en el nuestro.

Alex tiene nuevos amigos de su edad para jugar, es genial. Qué sueño para ellos, no? Nadan entre barco y barco en aguas más limpias que las de una piscina pero llenas de peces, mientras el sol se pone, van y vienen en una tabla de surf o una canoa hinchable.

Yo me subo al mástil, Edward y yo solemos hacerlo como buenos mozos de a bordo. El lago circular interior de Rangiroa, protegido naturalmente, esta hoy más calmo que nunca. No se mueve el aire ni el agua. Es totalmente perfecto.

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Desde aquí arriba vigilo que mi hermano Alex está bien mientras juega con sus amigos y sus padres descansan. Es un campeón. Rema hacia el otro barco con fuerza en la tabla, nada muy bien. Nunca se ha mareado ni con las peores olas, al contrario, juega tan tranquilo bajo cubierta con su ipad cuando los demás nos agarramos a cualquier cosa para no caer. Su escuela es su madre, que le ha dado un ingles extremadamente perfecto para su edad y le da clases cada mañana por una hora. Nada malo puede salir de ese chico, estoy orgulloso de él!

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Desde aquí arriba veo la puesta de sol. Los demás barcos flotan paralelos en la corriente llenante. Se encienden sus luces de anclado.

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Hoy, de mañaneo, hemos escapado en el dinghy de nuestro barco los tres un rato. Alex se ha emocionado al huir hacia un embarcadero de la orilla.

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Hay un lugar en el ‘pase’ de Rangiroa (por donde entra y sale el agua de las mareas, haciendo corrientes increíbles) donde se forman ‘standing waves’, olas estáticas. Los delfines van todos los atardeceres a saltar en ellas, pues deben pescar mejor. A veces saltan dos juntos, ocasionando gritos de júbilo entre los asistentes al espectáculo.

Después, mi hermano Edward y yo caminamos por una orilla cualquiera, y hablamos de cosas de mayores, que mi hermano Alex no puede oír, porque es, de momento, pequeño.

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Días 54, 55, 56

Bitácora pacífico
01 Agosto 2015

* * *

Dia 54

Finalmente navegando hacia Tahití, pero con paro total de viento. Calma chicha.

Los últimos días navegando han sido, sin embargo, bastante buenos. Hemos tenido vientos de través bajando hasta 150º AWA babor. Una noche entró de popa cerrada (180º) y abrimos la doble génova en mariposa, lo que no me gusta mucho porque flamea si el viento es flojo.

Hago turnos de noche y mediodía. La noche es maravillosa. Leo mientras timoneo con el pie para quitar horas de piloto automático y consumo eléctrico en la noche, en la que no hay carga eléctrica solar.

La luna se está llenando y baja a ponerse cuando se acaba mi turno, creando un reflejo anchísimo en el mar, por proa, que me facilita el timoneo (rumbo) muchísimo. La constelación que llamo ‘puerta de Tannhausser’ ya se ha ocultado a esas horas, y el ‘piragüista’ sigue ahí pero poco visible por la luna.

Puestas de sol ok, me pierdo amaneceres. No me gusta cocinar en este barco. Es incómodo y poco agradecido. Creo que jamás he dejado de decir ‘qué rico’ a la persona que ha cocinado y, error mío, busco el mismo cumplido.

Solo encuentro un hueco para escribir, no hay mucha paz o tiempo, al fin y al cabo.

* * *

Día 55

Sin viento.
Es demasiado motor y hacemos 4.5 nudos de media. Podríamos quedarnos sin combustible si el viento no vuelve.
Tras levantarme hoy todos me miraban con una sonrisa pues no sabían cómo iba a reaccionar (yo soy el que tiene más prisa -qué idiota-).

Han decidido cambiar rumbo al archipiélago de Tuamotus. Específicamente Rangiroa, donde haremos diesel y pasaremos unos días incluyendo el cumpleaños de la mujer de a bordo. Unos 4 días, dicen. Jajaja. Sé que serán muchos más. Pero les he devuelto la sonrisa y dicho que me encanta el plan. Voy a relajarme y vivirlo. Tuamotus es uno de los paraísos más bellos de mundo, sin duda, aunque provocan miedo a capitanes sin experiencia por sus peligrosas entradas, corrientes y escasa profundidad.

La altura máxima en esta zona es de unos pocos metros, es decir, es un conjunto de arrecifes y arenas bajas donde aun así vive gente aisladamente.

Cambiado el rumbo hacia Rangiroa (SUR) el sol se pone por el costado de estribor y la luna sale por el de babor, muy exactamente a los lados. Es una de las mejores estampas que recuerdo en el océano. Cuando la luna se llena, sabemos todos, sale al ponerse el sol. Otra de esas coincidencias físicas y curiosas del universo.

El pacífico, sin nada de viento, está plano como un embalse. ¿Cómo puede ser?
Sin olas, solo ligeras ondulaciones lentas, sin acristalarse lo más mínimo. Hacemos 5 nudos a motor, y nuestras olas son las únicas perceptibles en la gran paz que transcurre. ¿Cómo es posible?

Puesta de sol increíble, colores y reflejos, salida de luna amarilla peor aún, casi llena, no sé a qué lado mirar.

La paz se ve interrumpida por el chivato de la caña de pescar, que tras tres días ha pillado un atún. Nos pilla por sorpresa y con la emoción nos hemos perdido el atardecer. Cullons.

Me he sentido raro porque creo haber matado al atún. No era enorme pero sí muy pesado. Al arponearlo para subirlo a bordo, vibrando con su aleta, todo se llenó de sangre. No valgo para esto. Edward lo ha fileteado tras ahogarlo en alcohol, pues no queríamos golpearlo.

Con la paz posterior he deseado más que nunca ser capitán de mi barco: quería tremendamente parar máquinas y pasar la noche a la deriva, en esa paz, sin olas, silencio, en el medio del pacífico. Nadar un rato, bañarnos, etc.

Pero el capitán no va a querer.

* * *

Día 56

Atún a la sartén y otro tanto en carpaccio con limón y vinagre.
Mañana sashimi.
Yo haré un ceviche con lo que sobre.

Días 18-21

Día 18

Los amaneceres del pacífico. Los veo siempre, y los atardeceres. Pero son tan diferentes!!! Me pregunto si es una diferencia psicológica por el sueño de la mañana, el buen rollo de la tarde, o realmente son tan diferentes… lo curioso es que me cuesta describir las diferencias.


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Cuando pasan cientos de peces voladores es mágico. Sigo estudiando francés para la polinesia francesa. Me conseguí películas de Disney en francés con subtítulos en francés. Como ya me las sé, se aprende rápido, ojo con la técnica. Pocahontas.

El viento, ni vientos alisios ni hostias. Está subiendo y bajando de intensidad y dirección, haciendo flamear velas, a veces es pesado responderle, pues no se puede uno mover del timón más.

* * *

Día 19

12º 37.0775′ S
116º 33.636′ W

1331 millas a destino

Estoy leyendo la Bíblia. Toma ya.

Llegó a mis manos de una manera demasiado escandalosa como para volver a rechazarla, y he leído Mateo, Marcos, Lucas. Estoy con Juan. Desgraciadamente es el nuevo testamento sin el viejo, que me llama más. Es pesado, poco creíble, especialmente para una persona de ciencias, qué es esto. Me siento estúpido cuando no entiendo una parábola. Pero me siento bien cuando he leído. Tiene cosas o mensajes buenos o bonitos, simples aproximaciones al bien.

Me pregunto si lo que conocemos como bien hoy en día fue establecido por este libro o este libro es un reflejo más del bien que todos perseguimos, del bien universal, el de sentido común, el que supongo existe dentro de nosotros de forma innata.

Al fin y al cabo, Buda y Jesucristo dijeron muchas cosas iguales. Pero estoy con ganas de pillar el viejo testamento. El nuevo es demasiado, no puedo con Jesús, mire.

* * *

Día 20

Fiesta en la cocina. He hecho un vídeo del momento en que el repetidor con la DTW (distancia) ha bajado de 1000 millas. Es un momento grande, ya queda ‘poco’.

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Me entretengo en mis turnos solitarios pensando que si me caigo por la borda, se acabó todo. Usamos línea de vida y arneses para las maniobras, pero siempre hay momentos. Si no hay otra persona para tirarte un flotador, la luz, marcar MOB en los GPS (hombre al agua) y dar la alarma para la maniobra, olvídate. Ya puedes gritar, hasta que venga el siguiente turno pueden ser dos horas. Como dicen mis tripulantes argentinos, ‘Ya fuiste’.

Pero me entretengo pensando en esa muerte, en ese viaje. Ojo.

* * *

Día 21

800 millas a destino! Vamos rápido y hacemos doscientas al día. Nos acercamos.

El otro dia el viento bajó al sur y abrimos todas las velas a estribor, un día de placer, pues la escora a un lado mantenida por la presión del viento hace todo más cómodo.

Viento de través, al menos un día.

Viento de través, al menos un día.

Los Andes desde el Mar

Bitácora chilota :: 22 Abril 2015

De madera y no de acero son los barcos clásicos chilotas. Los hacen, por cierto, en las orillas de sus islas, más grandes o más pequeños, y entre unos amigos. Mucho han de saber para que esas largas quillas corridas, que pertenecen a un sólo tronco de un generoso árbol, aguanten vientos y mareas y el ensamblaje final no permita la entrada de agua.

En la misma isla de Mechuque paramos en otra bahía, con un grupo de casitas, donde quería conseguir unos choritos o mejillones para cocinar una paella. Los pescadores ya estaban retirados, así que caminamos cruzando el pueblo hacia la playa oriental, pasando por otra de esas originales iglesias de madera, con torre redonda, donde unos niños rompían el silencio desde dentro de una escuela. Era otro pueblo parado de Chiloé, prácticamente desierto, pero con vida.

Recogimos madera para las estufas del barco, y unas peludas y grandes vacas dormidas nos dieron el visto bueno con un abrir y cerrar de ojos al pasar a la playa de piedras; nos llamaron la atención muchas plantas marinas algosas, pero tan duras como el plástico y de formas extrañas. Enormes colchones de éstas flotan en el mar y navegábamos entre ellos. Junto a ellas, decenas de medusas de gelatina pura yacían en las piedras, pero creo que vivas; me quedé junto a una mientras la marea llenante la alcanzaba, y juraría que la ví empujar contra las olas cuando flotó.

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En el horizonte, los Andes. Desde las islas de Chiloé, solo enormes picos nevados, algunos quizás con las primeras nieves de este invierno, se ven sobresaliendo brutalmente. Volcanes espectaculares y picos desgarradores que obeservamos solo unos minutos, pues Richard objetó que era hora de zarpar. Pero desde el barco, rumbo a Achao, eran más bonitos, quizás por la magia de navegar con tal marco.

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Hacía sol, el viento venía moderado de través y avanzábamos con ritmo. Las velas embolsaban y portaban contentas. Me puse manos a la obra, igualmente, con la paella. Teníamos hambre y podía darle el sabor con unas cuantas patas de centolla que nos quedaban, y su caldo. Quizás no fuese muy amarilla pero nos dio, con algo de vino, el mediodía.

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Olga se despistó y atravesó un colchón de esas algas con el barco. Nos ralentizó y se hacía imposible librarse de toda la maraña del timón y hélice ni con arpón y cuchillo: impresionante fuerza en esta planta. Con aún unas pocas bajo el casco, continuamos mientras Richard miraba la perilla del mástil y decía:
-This is fisherman weather.

La vela fisherman era mi preferida: nueva para mí, daba al aparejo de la goleta una estética especial, al ser vela cuadrada y con cuatro puños; pico, garganta, amura y escotas, o así lo traduzco del inglés. Al estar ahí arriba entre los mástiles, hace al barco escorar mucho y se iza solo con determinados nudos de viento. Da un comportamiento más ardiente si el viento no es constante y hay que arriarla muy rápido si se complican las cosas, por lo que dejaba sus drizas en cubierta en forma de ocho y con el chicote abajo, para dejarla caer controladamente. En fin, motivantes cosas de barcos, contaría mil y una.

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Pero no todo el mar es orégano. El viento desaparece como aparece, y lo que pareció ser un corto tramo feliz se prolongó horas y horas, tack after tack, virada tras virada, bordo tras bordo, nuestro zigzag con el escaso viento que se nos puso de frente; nos vinieron los colores, las estrellas, y Achao seguía siendo un punto blanco que se ensanchaba horizontalmente al acercarnos.

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A la orden de Richard, dejé caer 40 metros de cadena tras el ancla bajo la oscuridad, ya en Achao y lejos de otros barcos, siempre locales, y de la orilla, siempre peligrosa cuando la marea baja. Las luces de Achao nos encandilaban, estábamos cansados, y hacía frío. Pero estábamos en un nuevo pueblo mágico de Chiloé, y esas estrellas hablaban de soles picantes tras nuestros sueños de esa noche.