12 radios

Un día conocí un hombre en Nauta, Perú, de esos que insisten en invitar a un gringo aleatorio como yo (ellos nos llaman también «mister») a un trago sobre una agrietada mesa de madera que habrá recibido cientos de golpes ebrios de vasos opacos.

Me confesó que tenía 12 radios y le gustaba sintonizar una onda con cada una. Por las mañanas, iba oyendo todas, pero sólo le gustaba una. Vivía solo.

Después de Machu Picchu

11 Noviembre 2014

(Continúa de…)

* * *

Pasaron horas hasta que dejé de oír a turistas y radios. En el entretiempo, reptaba por el suelo entre ramas sin querer hacer ni un crujido, buscando dos tronquitos que podrían sostener mi peso en la red-hamaca y donde pudiera despejar la maleza intermedia sin tanto problema. Encontré el lugar. Esperé a que pasase la hora de un supuesto control básico de alrededores, reptando a otro lugar más alto donde pudiera ver la puesta de sol sin ser sorprendido, no hubo suerte. Cuando se acercaba la noche, saqué las cosas comprimidas en el fondo de la mochila, y con sigilo, fui montando mi red y un plástico para una lluvia casi segura. Desde mi red podía ver, entre ramas, algo inédito para el público. El sol se despedía en el horizonte, y poco a poco Huayna Picchu se vestía de negro, de abajo a arriba, hasta que solo la ciudadela vió el sol.

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Antes de Machu Picchu

11 Noviembre 2014

Cuando vas a ir a un lugar en el que no has estado, te haces una imagen mental del mismo. Por ejemplo, vas a ir a una playa y te imaginas a tí mismo en ella con la forma de otra playa conocida o de unas fotos.

Para mí, antes de este viaje, cuando imaginaba las Américas, la imagen más clara, entre muchas otras, era la de Machu Picchu y yo explorando rincones y caminando sigilosamente en soledad. Era una imagen muy borrosa, he estado intentando no mirar fotos de este rincón del mundo para shockear más al llegar. Era como una máxima.

Machu Picchu es una antigua ciudad andina construída en un promontorio rocoso espectacular por el esplendor de la civilización Inca, sobre el siglo XV, a unos 2500msnm. Se considera una obra maestra de la ingeniería humana y es una de las 7 maravillas del mundo. La guerra civil incaica y la llegada de Pizarro en 1532 a la zona se consideran las razones de su abandono.

Escogí el día 7 de noviembre para visitar las ruinas. Una luna llena. Aunque, abriendo al público sólo en horas de sol, no tenía mucha importancia, huh. El día era apropiado igualmente. Los días previos a mi visita estaba como nervioso, sabiendo que un momento estelar del viaje se acercaba, deseando que saliera todo bien y temiendo esa parafernalia a la que hemos de enfrentarnos como «turistas»: el transporte, la jodida palabra «tour», la masa ovejuna, los costes.

Sin entrar en detalles de cómo llegar pero subrayando que una compañía privada tiene una línea de tren que es la única manera de llegar a Machu Picchu, y que cuesta como tres veces la entrada al recinto, diré que siempre hay formas alternativas para los viajeros que no queremos ser turistas. Buses y largas caminatas, en este caso por la vía del tren durante horas, que siendo positivo, al final es un bonito trayecto, hasta romántico: puentes, río, chacachá, pipiii, saludar con la manita a los adinerados que sonríen en las ventanillas. No cambio mi caminata, la verdad.

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Bienestares del valle sagrado

16 noviembre 2014

El Valle Sagrado de los Incas, en los Andes peruanos en realidad son un montón de ríos y vallecitos donde se asientan un sinfín de pueblos indígenas.

Al llegar al valle también se puede ver el mestizaje en arquitectura y cultura de pueblos coloniales. Cusco es la primera ciudad que me parece verdaderamente bonita e irresistible en el país. Grandes calles bien acabadas, un gran trabajo de urbanismo, grandes plazas y calles mágicas, con gran oferta en todo tipo de tiendas y comidas, hostales cucos y con estilo, casas de piedra y bonitos balcones de madera.

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El valle es rico y apropiado para el cultivo, y los incas conocían sus cualidades climáticas. Es hogar de cientos de hectáreas donde crecen con un clima especial miles de especies locales que hacen perderse a uno en nombres y estudios. Desde que entré en el país, oía a la gente hablar de plantas, granos, harinas, semillas y hierbas que jamás había escuchado. Entendí la riqueza vegetal del país y el por qué del asentamiento de tantas personas interesadas, de hecho esta riqueza es, creo, una de las fuentes de las que proviene la profundidad sanadora y espiritual del Perú.

Lo más interesante del valle Sagrado, en realidad, para mí, es el extensivo aprovechamiento de la tierra para el cultivo de una manera muy cuidada, esforzada, personal, con cariño, obsoleta diría: sin máquinas. Las altas colinas empinadas y las bajas zonas planas tienen verdes claros y oscuros de plantas jóvenes y listas para recolectar, y aquí y allá se ven a las personas agachadas con su herramienta en la mano, con paciencia y buen humor, sacando el sabor natural de los vegetales con cariño y dedicación. Junto a cada casa hay una chacrita familiar con algo que crece con una sonrisa, fresco y respetado por todos los vecinos, sin envidias ni tentaciones.

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Cabe decir que Peru es uno de los países que más se resiste al ataque y terribles fines que los increíblemente expansivos ogros de Monsanto con bloqueos a GMO’s, y no es para menos: es uno de los líderes en exportación de productos ogánicos y en variedad de semillas.
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El jóven y el bosque

(continúa)

Al cabo de una hora de tener aquella revelación, estaba perdido. Acababa de leer un libro de Hemingway, ‘El viejo y el mar’, que habla de la superación y la paciencia de una persona noble en el mar. Es de esas coincidencias que no pueden ser casualidades y parecen haber requerido una intervención. Tardé 3 días en salir -sin agua ni comida- y las montañas me hicieron ver la desesperación provocada por el cansancio, la sed y el hambre. Como el viejo.

Yo no tuve su paciencia y perdí el norte varias veces, me destrocé el cuerpo y la piel, me arriesgué mucho y aprendí más. Me topé con precipicios que me hacían volver sobre mis pasos de las últimas ocho horas, avanzando pocos pasos en horas por la dificultad del terreno. A veces estaba en pendientes tan empinadas y rocosas que todo lo que agarraba, por la humedad de la selva, se desmoronaba y caía de nuevo perdiendo las fuerzas y una hora de tiempo. Volvía a encontrarme con un barranco, y casi lloraba de la desesperación. Estaba empapado en lluvia y sudor, me rompí dos uñas tratando de asirme, mis espinillas estaban sangrando por chocar con rocas, las nubes tapaban cualquier orientación solar o estrellada para mantener un rumbo. Cuando bajaba durante horas a zonas de quebrada buscando agua, no había ni rastro. Atravesé zonas de pinchos que me desgarraron, perdí partes de la mochila que se enganchaba contínuamente en las lianas sobre mi cabeza y que no me dejaban ni espacio para cortarlas con el machete pequeño que siempre llevo. Mis nudillos sangraban por chocar con ellas sin espacio. Cuando la noche llegaba, intentaba montar mi toldo de plástico sobre mi hamaca-red entre las ramas para no mojarme, pero me despertaba en la noche empapado en mi saco y me rendía una y otra vez, implorando y soñando con el último momento feliz que tenía en la cabeza: aquella catarata y su revelación. Llené mi cantimplora con el flujo del toldo y al menos bebí unos tragos seguidos.

Una vez ví las estrellas entre las ramas y pude llenarme de esperanza. Como el viejo en el mar. Sigue leyendo

Ser tú

Septiembre 2014

Fue en la cueva y catarata del sol naciente, dentro del parque nacional de Tingo María, antes de perderme la única vez que me he perdido de verdad y sin querer en este viaje, que tuve una revelación.

Intenté meditar un poco después de bañarme, y el pensamiento vino así de golpe como un chasquido. Estaba muy claro, pero ahora solo recuerdo que pensaba que buscar ser alguien en todo momento es estúpido. Siempre lo hacemos. Imitar, ver caracteres que nos gustan en otras personas. Es imposible ser otra persona y punto. Solo podemos ser nosotros mismos, pero es que de hecho esa es la magia de la vida, uno de los secretos, o más bien un gran misterio de la vida que disfrutar: dedicarnos a explorar a la única persona que podemos descubrir sin secretos, a la única persona que está abierta y disponible para entender en el camino propio del entendimiento, y ser esa persona. Nosotros mismos. La única persona incógnita y con interrogante del mundo, que está abierta y disponible.

Las demás personas están cerradas, lejanas, secretas, bloqueadas: no podemos entrar en ellas!

Sé tu mismo y nadie más: los demás ya están pillados.

Debemos dejarnos ser y descubrir. Sorprendernos con nosotros mismos en el presente, cada día, siempre. Así que decidí sonreír y flipar conmigo mismo y mis sorpresas para siempre, y seguí caminando.

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(Continúa)

Amigo de la luna

Muy reflexivo, melancólico y dudoso estaba en mis días posteriores al Arco Iris del Amazonas, con pensamientos de volver y continuar al mismo tiempo.

Sin embargo, en las simples calles de Nauta encontré mi motivación y mi bienestar interior, paseando despacio y observando, leyendo y saludando a los niños y hombres, cruzando puentes de madera y buscando puesta de sol. Un día era especial y estaba bien conectado, algo iluminado diría. Debía de caminar sonriendo cuando, ya oscuro, decidí sentarme en una plazuela a leer más sobre el Ahora (ese libro me alimenta).

Pero fui el centro de atención de tres lindos niños que intentaban arrancarme una pulsera y divertirse. Después de varias palabras, desvié su atención hacia la luna, a la que le faltaban unos 3 o 4 días para llenarse. Cuando les dije que mi amiga luna estaría bien redonda en 4 días, porque ella me lo decía, sus ojitos se desviaron a la derecha y sus caras se pusieron serias y pensativas.

Me fui.

A los pocos pasos, todos me alcanzaron y el más pequeñito me preguntó tímido:
-¿Tu vienes del cielo?

Me sobrecogí un poco. Cabe decir que mi parecido con Jesucristo a esas alturas ya causaba entretenimiento en las calles.

-¿Qué? ¿Que si vengo del cielo?

Sabía exactamente lo que había dicho pero quería asegurarme de que ese diálogo empezaba. A veces los niños no repiten la misma pregunta cuando se les pregunta porque creen que han dicho algo malo, así que yo la repetí. El asintió.

-Si-, dije.
-¿Y conoces a Dios?

Más sobrecogido. Ese día, después de leer, me sentía especialmente en paz conmigo mismo, con el Ser, con dios tal vez.

-Si. Y a Jesús.
-¿Y a María? -dijo la niña-.
-Si, a todos.
-¿Y cuando te vas? -dijo el niño-.
-Mañana, al alba, antes de que claree. Subiré así.

Y con un gesto raro en la cara, los brazos abiertos y un sonido vocal que les sacó una carcajada, simulé mi ascenso. Lo tuve que hacer dos veces más para su satisfacción.

Después me fui por última vez, muy enternecido, creo feliz, diciéndoles que estuvieran atentos al cielo durante el alba.

Morir antes de morir

19 oct 2014 en la puna

-No, no voy a morir físicamente, no aún, espero.

Una de las enseñanzas espirituales de este viaje es aprender a entender la impermanencia de las cosas (recuerden las enseñanzas budistas de Vipassana) y por lo tanto a aceptar nuestra propia muerte.

Estoy contento de sentir cada día que temo menos mi muerte, que ni ella ni yo somos tan importantes y que gracias al desapego a las cosas materiales e inmateriales (ambas impermanentes) uno se libera de su propia carga.

La liberación de nuestro ego es un paso fundamental. Liberarse de nuestro ego es liberarse también de nuestro apego a cosas inmateriales como una postura ideológica o una opinión, o tal vez nuestra necesidad de tener la razón.

* * *

Uno de los sufrimientos más permanentes que recuerdo antes de este viaje es la sensación de estar bien pero no estar completo. Carencia, falta de totalidad. ¿No te ha pasado nunca? Creo que todas las personas que cargan con su ego (vamos, todo el mundo) lo sufren, pero algunas o la mayoría son inconscientes. Para rellenar este hueco buscamos posesiones, éxito, reconocimiento, una pareja o gente especial, pero todo esto es impermanente. El ego quiere su educación, buena apariencia física, habilidades… pero en verdad nosotros no somos eso. Es el ego: nuestra mente y su tiempo. El tiempo, que se acaba, nos hace correr en busca de cosas materiales e impermanentes.

Conseguir renunciar a todas esas cosas es de maestros, iluminados; la mayor parte de la gente nos pasamos la vida solo intentándolo. Pero esa es la muerte de la que hablo: desnudarse de la ropa que en realidad no somos nosotros.

Decir adiós al apego, hola a la impermanencia; entender el sentido de nuestra existencia colectiva y permanente más allá de nuestras vidas terrenales. Entender que la ilusión del tiempo crea a su vez la ilusión de nuestro nacimiento y muerte, entre los cuales la mente y su ego se aprisionan con miedo y prisa, y se sienten amenazados de por «vida».

Esa muerte de la que hablo es entregarse y aceptar.

El secreto de la vida es morir antes de morir, y descubrir que no hay muerte.