Anécdotas de Yuksom

7 Septiembre 2016. Yuksom.

Fueron dos las cosas que me atrajeron a Yuksom en mi periplo por Sikkim.

La posibilidad de repetir experiencia mística pero en el más viejo monasterio de todo el reino: Dubdi, en lo alto de una montaña a unos 3 kilómetros de ascenso desde Yuksom. Establecido en 1701 tras nombrar al primer rey de Sikkim cerca de allí, me apetecía pasar una noche especial en el lugar.

Y el famoso ascenso a pie a Goecha-La desde allí. Ninguna de las dos cosas me salió tan bien como hubiera querido.

* * *

Me costó subir a Dubdi porque llovía de nuevo y el suelo era de cantos redondos y resbaladizos. Cometí el error de preguntar en la casa aledaña si podía dormir con ellos o al menos acampar cerca, y el resultado no fue como previamente. Se pusieron como locos diciendo que el lugar era sagrado y que ni se me ocurriera, que son cuidadores y se enfadarían. Seguí subiendo hasta el monasterio y me pareció tan delicioso para acampar (jardines planos de hierba verde alrededor, poco común) que me ilusioné y pensé que nadie vendría tan tarde a vigilar.

dubdi

Así fue hasta que había decidido dormir en el pórtico, pues la lluvia no daba tregua (acampar en lluvia es fastidioso) y estaba iluminado por muchas velas que le daban un toque mágico al momento aunque durmiese sobre el suelo duro del portal. Había pedido bendiciones para estar allí a los budas y pensé que sería suficiente, pero estaba empezando a cenar cuando llegaron los cuidadores y se alarmaron más de la cuenta. En seguida mostré respeto y recogí mis cosas haciendo ademán de acampar a unos metros sobre la hierba. Pero aquel jóven estaba decidido a echarme de allí y me sentí desamparado. Bajar en la lluvia y en la oscuridad aquella montaña, agotado y sin cenar, a buscar algo pagado, yo? Ni hablar.

Le hice entender mi desamparo y necesidad, y hasta llegué a conseguir arrancarle sonrisas teniendo como cómplices a sus hijos en el humor. Ésto solía bastarme otras veces para conseguir solidaridad, pero el hombre volvía a su obligación y hasta amenazó con llamar a la policía. No le creí y empecé a montar la tienda ya con mal sabor, que escogió aquel preciso instante para romper, tras años, una de las pértigas y dejarme, ahí sí, totalmente en pelotas. Las cosas se mojaban mientras veía que el hombre, efectivamente, hablaba por teléfono con alguien, aunque hasta tal momento jamás pensé que la policía fuese a molestarse en subir aquel infierno de camino por un europeo cabezón en la lluvia. Además me creía capaz, sin duda, de convencerles de que no había mal en mis intenciones y que tan solo quería dormir, y de que con la primera luz habría recogido todo y huído.

Pasó una hora y yo montaba la tienda como podía, buscando un hijuelo de bambú que sustituyese a la pértiga, cuando oí un motor. Me asomé desde el alto y sí. Un coche patrulla con luces azules subía escandalosamente entre los árboles. Me sentí vendido e impotente y empecé a rendirme. Tal vez, ante la idea de bajar cómodamente en un coche hasta el pueblo y no caminando en la lluvia.

Con los cuatro hombres que subieron no tuve problema. Aunque uno iba armado, interrumpí al cuidador para contar mi versión de los hechos, haciendo constar su buen hacer pero mostrando por un lado desconcierto por no entender qué había de malo en mi acampar sobre la hierba, y por otro una actitud sonriente de ‘menos mal que han llegado, aquí no nos hemos entendido’. Aunque tampoco hablaban inglés y yo conocía la limitada competencia de la autoridad en Sikkim, al no mostrar resistencia bajamos amistosamente al pueblo en el patrol no sin echarnos alguna risilla, y me dejaron en una casa donde no dudaron en hacerme un buen precio, al ver que venía escoltado por las autoridades.

En realidad ya había asumido que la noche genial que había preimaginado en aquel lugar mágico, meditativa y profunda, simplemente no estaba ocurriendo.

* * *

Probablemente uno de los treks más interesantes que he hecho en Sikkim ha sido una parte del famoso ascenso a Goecha-La desde Yuksom. Es el acercamiento por montaña más impresionante al Kanchenjunga y sus 8600 metros, pero como pertenece al parque nacional y a la reserva de la biosfera, hala, a pagar guías y permisos en un ascenso programado para ocho días. Así que una vez más, haciendo uso de labia y cuento pero ya con recelo después del episodio de la noche anterior, le hice la avioneta al hombre de la caseta de control diciéndole que iba a entrar solo hasta el límite del parque a dar un paseo mostrándole una mochila pequeña, pero cuyo contenido estaba comprimido para contener saco, poncho, hamaca y comida. Aunque algunos guías me miraron raro por ir solo, salí airoso y los hombres que dirigen yaks cargados me dieron la info que necesitaba yendo sin mapas ni tecnología: el cómo llegar al campamento Sachen. Sabía que esa ruta por un lateral empinadísimo de la quebrada verde inmensa del río Prek Chu me ofrecería bosques inéditos en mi viaje y fauna himalaica más inédita aún: el tahr, el civet, el panda rojo, leopardo de nieve o pantera nebulosa… ein? Atractivo suficiente para entrar al menos hasta Sachen campsite y dormir en la hamaca ya que el frío en esa altitud aún era controlable y tenía comida suficiente.

La cabaña de madera que encontré era demasiado oscura para dormir pero ofrecía vistas al valle y paz para la hamaca. Sus paredes estaban negras por los infinitos fuegos que se habían hecho dentro pero conseguí distribuir mis pocas cosas y hacerla… hasta acogedora. La hamaca solo cuadraba metros arriba en el bosque, en un lugar con vistas y fuera del alcance de posibles guías.

Goechala-dzongri-trek-Indiahikes-Arjun-Majumdar-forest-trail-to-Sachen

Me puse a leer pero caí en un profundo sueño en las últimas horas de luz… hasta que me despertó un temible sonido que siempre creeré que era el de un gran felino. Un grito como un maullido corto y grave que sonó hasta tres veces. Permanecí inmóvil pero claro, empecé a rayarme pensando que solo había llevado un cuchillito de cocina a tan solitario lugar. Quería acercarme al lugar del sonido pero me sugestioné con mi vulnerabilidad y descendí a una zona de arbolillos jóvenes donde pude cortar el tronco fino de uno e improvisar una lanza sacándole punta. Fui todo lo silencioso que pude pero aquello debió de ser un escándalo para mi colega, cuyo maullido no volvió a sonar más… quién sería?

* * *

Tras una noche tremendamente bonita -cocinilla, estrellas, silencios, lavada de dientes en arroyuelo, etc- pero algo oscura en aquel antro negro de cabaña, pues colgué mi hamaca como pude en el interior, salí tan pronto como se filtró algo de luz de la mañana, que fue larga pues tan solo observé en la hamaca las montañas de en frente y sus nubes hasta mediodía, que comencé a volver. Llegué emparanoiado al control de Yuksom y escapé, antes de que la policía tuviese otra razón para vigilarme.

Quería llegar ese mismo día al lago Kecheopari, caminando.

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