ISKCON Mayapur (Hare Krishna)

25 julio 2016

Hay una interesante evolución de escritos en mi diario sobre las semanas que pasé en Mayapur, tierra sagrada de Nabadwip, distribuida en islas y orillas del impresionante río Ganges, Bengala Occidental, río omnipresente hasta ahora en India para mí. Van desde la circunspección al llegar y no esperarme aquello hasta un reconocimiento profundo, en decenas de hojas, de las enseñanzas que imparte esta sociedad, que son las tradicionales del hinduísmo védico pero con sus matices –Vaishnavas-, pasando por un relato lagrimoso sobre la impresionante y preciosa magia que ocurre cada madrugada en el templo principal.

ISKCON (International society for krishna consciousness) o ‘movimiento hare krishna’ son, para los que ignoramos su verdadera carrera, los Hare Krishnas; la mayor parte de nosotros solo sabe que vienen de India, que visten hermosos atuendos blancos y naranjas y tienen la frente marcada por una preciosa línea dorada, como una lanza, hasta la nariz. Y que van rapados, dan comida y cantan Hare Krishna.

El maha mantra (Hare Krishna, Hare Krishna, Krishna Krishna, Hare Hare/Hare Rama Hare Rama, Rama Rama, Hare Hare) es el gran mantra para la liberación. Literalmente significa ‘Oh Dios, te ruego, pónme a tu servicio’. Se considera un atajo para la purificación del alma en la era oscura de Kali Yuga que atravesamos astrológicamente. Cantar el nombre de Dios es la manera de ayudarse en el proceso espiritual al que estamos comprometidos en este plano.

El famoso religioso indio Bhaktivedanta Swami Prabhupada fue el fundador de todo esto, un alma que fue a Occidente, como tantas ojo, a extender un movimiento que me ha marcado en yomelargo. Sigue leyendo

Calcuta y Paramahansa Yoganandaji

10 julio 2016

El gobierno birmano me deniega, a última hora, el permiso de acceso por tierra al inestable estado de Manipur, India, por conflictos armados. Habiéndolo confirmado previamente por un precio regateado para ir yo solo hasta el paso fronterizo de Temu/Moreh (obligaban a contratar un guía), mi desilusión me lleva a hacer un rápido plan B: Calcuta.

Los taxis amarillos, que son coches antiguos de los años 60 (el famoso modelo Hindustan Ambassador) tal vez sean la estampa más notable de la ciudad, junto a los rickshaws. Hoy, los rickshaws son a motor o eléctricos, los llaman TOTOS, pequeños cochecines para 4 personas encajonadas. Pero ahí siguen los clásicos: a pedales, oxidados triciclos que parecen no haber sufrido renovación desde esas fotos que me marcaron de Calcuta en una clase de religión de 2º BUP, cuando el profe nos mostró su historia, o tal vez la de Madre Teresa. Los rickshaws que penetran en el corazón son los carritos, cuyas asas se levantan con las manos y se llevan a pie: hombres escuálidos, viejos, arapientos, de piel muy negra pero pelo y barbita blanca, héroes admirables que tienen fuerzas para tirar cada día de uno por 12 rupias la carrera (18 céntimos).

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Mindfulness (SATI)

Mindfulness es la traducción inglesa de una palabra molona del Pali: SATI. Todavía estoy buscando una traducción al español perfecta, pero a veces el inglés tiene mejores desinencias o sufijos, para montar palabras. Llamémoslo, de momento, ultra-atención.

Podría ser una actividad, algo que experimentar; con palabras se puede describir mientras recordemos que las palabras son punteros apuntando a objetos simbólicos de la mente, y que mindfulness es pre-simbólico, aunque ahora está pasando en tu mente muy sutilmente en periodos rápidos como para captarlo.

Cuando te das cuenta de algo, hay un instante de pura consciencia antes de que la conceptualices o identifiques, un muy muy corto instante de mindfulness. Mientras enfocas los ojos en un objeto, antes de ‘objetarlo’, etiquetarlo y segregarlo del resto de la existencia, antes de pensar ‘Ah, es un nabo’, esa pura experiencia no-mental, es mindfulness. Es como lo que ves por el rabillo del ojo y no con la visión central enfocada, y procesadora.

Nuestro hábito es procesar la percepción en los 4 pasos descritos anteriormente hasta el ‘shankara’ mismo, la reacción, y lo peor, involucrándonos en una cadena de pensamiento simbólico acerca de ello. ‘Un nabo, cuánto hace que no como un nabo, será bien nutritivo, con qué se cocina un nabo, a Fulanita le molan los nabos, a mí la verdad no’. Sigue leyendo

Meditando con birmanos en tierra de budismo

Estoy en tierra de birmanos, y ellos saben. Aquí nació maestro Goenka, el máximo responsable de que la ciencia del Vipassana haya llegado tan lejos en Occidente y en el mundo. En un centro de meditación tengo las facilidades, me cuidan, guardan mis posesiones materiales, me dan de comer, me he introducido en el entorno apropiado de un monasterio.

Una de las cosas que no voy a olvidar de este lugar es la evolución de frescor y sonido que experimentamos desde la mañana -4.00 am- hasta la noche en la silenciosa sala de meditación. Los grillos aún nocturnos, las cigarras del alba, los pájaros, las lecturas en megafonía lejanas del Tripitaka por monjes de algún otro monasterio, de nuevo los grillos en el oscurecer. Y mi respiración, claro.

Pero no estoy aquí para escuchar cigarras sino para escucharme a mí, y el ruido de mi percepción. Son 11 días con voto de silencio, así que es lo que me queda. Alternativamente, escucho al difunto maestro, su voz grabada con mensajes bien escogidos. De ellos, aprendo los siguientes puntos.

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«Bhavatu Sabha Mangalam», dice el maestro tras muchos de los cantos que preceden una sesión de meditación silenciosa. Significa ‘que todos los seres sean felices’. Sigue leyendo

Meditación y el aspecto clínico del budismo

[ref. ‘Meditation in plain English’]

En algún momento te miras, ahí estás. Tu vida está pasando ante tí y tu simplemente vas tirando. Mantienes una imagen, vas; hay momentos malos, pero te los guardas. Crees que debe haber otra manera de vivir, de tocar la vida más plenamente, lo notas a veces. Luego subes, un buen trabajo, te enamoras, ganas la partida, y por un rato, las cosas cambian. «Ok, molo, ahora voy a ser feliz». Pero de pronto eso también se evapora, y se queda en la memoria, con una vaga sensación de que algo está mal. El mundo a tu alrededor vuelve a ser el típico lugar de despropósito imparable: aburre.

Qué te pasa? Eres raro? No, simplemente humano. Y por ser humano, estas atado a una inherente insatisfacción que simplemente no se va: es el mismo mal que infecta a todos los humanos. Puedes esquivarlo, negarlo, ignorarlo, entretenerte con objetivos o con tu status, pegártela, pero volverá: nadie se libra. Tiene muchas caras, puede ser tensión crónica, falta de compasión por otros (incluso tus amados), sentimientos bloqueados, muerte emocional. Una pequeña voz sin palabras que vive en tu cabeza y dice, «no es suficiente, quiero más, lo quiero mejor, tengo que ser mejor». Es un monstruo!

Vas a un evento, una fiesta social. Escuchas las risas, esa vocecilla general, jijiji, que dice diversión en la superficie pero miedo por debajo. Siente la tensión, la presión. Nadie se relaja de veras, es todo falso. Escucha las notícias, las letras de las canciones, es lo mismo. Celos, sufrimiento, descontento, estrés.

La vida parece un esfuerzo contínuo, y nosotros nos defendemos con el síndrome de ‘si’. Ay, si tuviera más dinero. Ay, si encontrase alguien que me amase de verdad, sería feliz. Si perdiese 20 kilos, si fuese rubia. Etcétera.

¿Qué es todo esto? Todo esto viene de la condición de nuestra mente, un proceso sutil y profundo de hábitos mentales:
La esencia de nuestra experiencia es el cambio. El cambio es incesante. La vida cambia a cada momento y nunca es la misma. Pero es la naturaleza del universo. Un pensamiento surge y se va, un sonido llega y se acabó. La gente viene y se va de nuestras vidas. Los amigos llegan, los familiares mueren. Todo cambia, nunca hay dos momentos iguales.

Y no hay ningún problema con ello! Pero la cultura humana nos ha llevado a una costumbre de categorizar las experiencias, de poner cada cambio mental de este infinito flujo en unas cajitas con etiquetas: bueno, malo, neutro. Y dependiendo de en qué caja lo ponemos, inconscientemente, lo percibimos con una cadena de acciones mentales que siguen: si fue bueno, intentamos parar el tiempo y agarrarnos a él; si fue malo lo negamos, lo rechazamos, nos resistimos, luchamos contra ello… Siempre habrá veces en que no conseguimos mantener el placer o huir del dolor, y ahí aparece nuestro sufrimiento.

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Si. El sufrimiento es una gran palabra en el budismo y en Oriente en general: las miserias del mundo material. Pero ha de entenderse por qué. Sigue leyendo

El budismo

Importante palabra a mi paso por Birmania, tierra especialmente budista, ha de tener cabida en mi bitácora, como la meditación, pues no quisiera olvidar las cosas que he aprendido. Una introducción al budismo es necesaria:

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El budismo es una «doctrina filosófica y religiosa» no teísta perteneciente a la familia dhármica, fundado en la India en el siglo VI a. C. por Buda Gautama. Ha ido evolucionando hasta adquirir la gran diversidad actual de escuelas y prácticas.
Las enseñanzas de Buda se mantienen en un compendio donde se transcribieron sus discursos después de la iluminación, llamado Tripitaka (tres cestos).

Hay muchos estilos de meditación. Todas las religiones tienen algún procedimiento al que llaman meditación, pero la palabra está algo deteriorada por el tiempo. Como el yoga. Solemos pensar, en Occidente, que el yoga es tirarse al suelo a hacer posturitas complicadas. El yoga, sin embargo, es un conjunto de prácticas espirituales, la más importante de ellas, la meditación. He conocido el kriya yoga, el bhakti yoga, el hatha yoga (éste es el de los asanas o posturas físicas) o el karma yoga, donde podríamos encajar el budismo.

Lo que me atrajo del budismo en un principio, cuando era un vulgar ateo más de los tantos y mi punto de vista científico se superponía a cualquier visión trascendental de la realidad, fue que era diferente de las religiones teológicas con la que los occidentales estamos familiarizados. Era más una entrada a una realidad espiritual pero sin tener que pasar por deidades u otros agentes; se basaba en una observación de la realidad a nivel físico, algo perceptible con un trabajo extenuante pero con resultados también visibles. Su sabor era clínico, más en relación con la psicología que con la propiamente dicha religión.

El budismo que conozco en su técnica Vipassana es una investigación constante de la realidad, un exámen microscópico de la percepción. Aunque hay muchas distintas sectas dentro del budismo, se dividen en dos corrientes de pensamiento: Mahayana y Theravada. Las dos se expanden en diferentes zonas de Asia; Mahayana es el clásico en Japón, Korea, Vietnam, y su principal conocido sistema es Zen. Theravada es el extendido en Birmania, Laos, Cambodia, Thailandia, y es el que incluye la técnica Vipassana según transmitida por Buda. La literatura Theravada divide la meditación en dos tipos: en pali ‘Samatha‘ y ‘Vipassana‘.

Samatha se puede traducir como concentración o tranquilidad de la mente. Es un estado en que la mente se trae a descansar, enfocada en un objeto de meditación, sin dejarla moverse de él: un mantra, un canto,la respiración, una vela, una imagen religiosa, etc y todo lo demás queda excluido. Cuando se hace esto, se alcanza una calma general muy deseable, una rotura con todo que dura hasta que el meditador finaliza la sesión. Es genial y fácilmente alcanzable pero solo temporal.

Vipassana se puede traducir como introspección, consciencia de las cosas que pasan tal y como pasan. El meditador Vipassana usa la concentración como una herramienta con la que su consciencia puede acabar con la capa de ilusión que le separa de la realidad. Es un proceso gradual que lleva años y mejora esa consciencia -mindfulness- lentamente hasta una realización y transformación completa, pero es permanente. Esa liberación es el objetivo de todas las prácticas budistas.

Theravada nos presenta un efectivo sistema para explorar los niveles profundos de la mente hasta el mismo nivel de la consciencia. De todos los objetos de meditación que pueden escogerse para la concentración, yo solo utilizo la respiración, siempre accesible y representante del ciclo de interacción con el universo del que somos parte. Observándola, observo también los cambios que ocurren en todas las experiencias físicas, sentimientos, percepciones. Estudio mis actividades mentales y fluctuaciones en la atención: todos estos cambios están ocurriendo perpetuamente en cada momento sin pausa, solo hay que verlos, con una trabajada sensibilidad.

La meditación es una actividad experimental. No puede enseñarse como materia escolástica, aunque lo que sé viene del Tripitaka y de los maestros que lo conocen y me lo han transmitido. Es la práctica sobre esas prácticas lo que trae el entendimiento que quisiera alcanzar, aunque soy un ignorante que simplemente difunde información que considera valiosa.

Siguiente, la meditación.

Los Palaung

10 junio 2016

«Cada paso es más duro. Joder con el barro, llevo unos skies de barro bajo las botas, es imposible ascender estas montañas por este camino de barro y sin parar de llover intensamente. Avanzaría más a través, pero es tarde y la orientación es complicada.»

Todavía hay cosas en mi mochila con peste a humedad desde aquellas intensas lluvias monzónicas de Birmania en las montañas de Hsi-Paw, que me hacían perder la paciencia. El día había empezado bien, caluroso y soleado con una catarata completamente marrón café-con-leche, que me dió no se qué bañarme en las frescas aguas opacas, sin saber qué profundidad o qué monstruos flotarían más abajo.

Dos horas más tarde, saliendo ya de toda civilización, empezó a llover para nunca parar. Pasaba por una última aldea de cuento, muy birmana, y sus antiguas casas de madera me llamaban la atención en un silencio sepulcral. Como creía estar preparado, continué bravo hacia la lluvia cerrando mi chubasquero. No pasó mucho hasta que tuve que correr a una cabañita de las que usan para descansar de labores agrícolas, para dejar de empaparme y de paso comer algo.

La lluvia iba y venía, a veces cantaba y otras chillaba, pero nunca paraba. En un canto suave, aproveché para seguir pero ella volvía a chillar y luego susurraba; así pasaron horas de lodo, agua y sudor, con la advertencia adicional de que en aquella zona había saltado una mina antipersonas a un perro de un grupo fuera de ruta hacía un par de meses, o sea, sin salirse del camino por si aquello. Sigue leyendo

Tren birmano a Hsi-Paw

8 Junio 2016

Eran las 2am y otro de esos autobuses birmanos nocturnos me dejaba en una estación perruna de Mandalay, llena de charcos, barro y sombras.

No había dormido mucho: el conductor pita a cosas invisibles de la carretera, y el pitido de un autobús es toledano. El gobierno birmano, en un aparente impulso de independencia o evolución, dijo que se acabó lo de conducir por la izquierda, que por la derecha. Pero no se dieron cuenta de que todos los vehículos tienen el volante a la derecha; la consecuencia es que el conductor ciego a la derecha y un par de copilotos van a la izquierda diciéndole lo que ocurre en el otro carril, con la consiguiente fiesta en cabina.

Entre sueños y un voraz impulso de atacar al conductor el viaje pasó, sin embargo, rápido.

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A las 4 de la mañana salía el primer camioneto hacia Pyin Oo Lwin, de noche: la major opción para salir de la ciudad pesada era en la parte de atrás abierta y metálica y dura de un transporte barato. La claridad llegó con las primers montañas que conocí en Birmania, y con ellas, un súbito frío en aquel camión que me hizo buscar abrigo; con la espalda rebotando en un hierro, las dos manos asidas a otros dos, el balanceo y el frío, aun recuerdo dormir un poco.

Caminando en Pyin Oo Lwin hacia la estación de tren me alegré tremendamente de haber escogido aquel pueblo para un retiro de meditación: el calor espeso de Birmania no iba a ser un enemigo fatal allí… Pero hasta entonces, pasaría 5 días en las montañas remotas de Hsi-Paw, y me subí a un tempranero que tardaba 6 horas pero me regaló, cuando no estaba dormido, los mejores momentos de tren birmano que recordaré. Sigue leyendo