Los ojos de un devoto no comen carne

26 julio 2016

Sigo evolucionando así entre los Hare Krishnas y su divina felicidad. Los mejores devotos que he conocido en el mundo son hasta ahora los krishnas. Después de pasar por ISKCON Guwahati e ISKCON Shillong más adelante, decidí que la pureza en sus ojos y en todas sus acciones, sus voluntades, su generosidad, era inigualable.

Tal vez los efectos del Maha Mantra, su vibración sonora y la práctica del Bhakti Yoga, el servicio amoroso a Dios, sean más fuertes de lo que creo. He visto que el último sutra del Vedanta Sutra dice: «Uno se libera por vibración sonora.» Lo que sí sé es que los efectos son visibles en los devotos a mi alrededor, así como en todos los jóvenes que decidieron unirse al movimiento en los 60 y 70 y que ahora están aquí -van saliendo- y tienen aquí a sus familias. Es una fé reveladora: incluso sin conocer los Vedas, muchos se mantienen puros y siempre siguen los 4 preceptos principales (que por cierto son casi iguales en el budismo):

No comer carne, huevos ni pescado.
No participar en juegos de azar.
No realizar vida sexual ilícita (me explican que esto es antes del matrimonio)
No consumir ningún tipo de intoxicantes, incluyendo tabaco, café y té negro.

El amor a las vacas en el hinduísmo quita totalmente las ganas de comer carne. Están por todas partes en India, en medio de las carreteras, y se las respeta como segundas madres. Tenerlas cerca abre los ojos a su ternura y a sus increíblemente bellos ojos, y uno no puede creer que se maten miles de ellas cada día en todas partes. En ISKCON hay un ‘goshala’ donde todas están y se puede ir a tocarlas y a darles el cariño que les debemos tras tanta matanza. De hecho, si uno va después de bañarse al atardecer y las toca, se purifica. Esto se convirtió en una de mis tareas preferidas en las cálidas tardes de Mayapur.

* * *

Siento su fé, siento como tienen asimilado un concepto romántico, resumidamente y en mis palabras, de haber estado todos junto a Dios y haberla cagado al probar el fruto material, despistándonos por un momento y enredándonos con él, olvidando. En algún punto nos damos cuenta de dónde estábamos antes y dejamos voluntariamente el fruto en el suelo, el juguete, la adicción a él, con esfuerzo, claro, pero convencidos, y volvemos a su lado… en una vida o en muchas.

Y a la vez, ey, no me dejo ‘comer el tarro’, me resisto. La independencia que propone, la ‘emancipación’, abandono de todo, incluso familia, amor, amigos, es triste para el humano actual, no estamos preparados para tal entrega. El refugio en Dios y la entrega parece hacer felices a los devotos, pero ni la vida de padre de familia que ellos admiten me parece fácil -convertirse en sanyasi, renunciado de mujer y familia, es un objetivo final en la vida-. Tal vez por mi educación materialista, cuando estoy junto a devotos que pierden los días uno tras otro absortos en el mantra o devoción, me austa la falta de productividad y pérdida de tiempo, pero solo porque me han enseñado a no perderlo. También las 4 clases sociales que muestran son utópicas, porque en un hipotético caso de centrarnos todos en la vida devocional, ¿quién trabaja, quién planta el arroz? Que confiar en Dios funciona y El provee lo he podido comprobar ya en mi viaje, pero ¿se pueden poner todos los humanos a esperar a que Dios provea?

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20 julio

«He leído algo que Prabhupada escribió en su diario cuando su barco de vapor atracó en Boston tras meses. Tenía 7 dólares, un mridanga (el tambor bilateral indio), unos cimbales (ya un mínimo ritmo para un sankirtana) y muchos libros. Se puso a tocar en medio de la calle hasta que alguien dijo, a ver, ¿qué haces? ¿qué hare krishna? Y hoy parece ser que su ‘divino’ cometido es vida para muchísimas personas del mundo.

Oh, mi señor Krishna, no sé por qué me has traído aquí

La mayor parte de la gente está cubierta con los modos materiales de ignorancia y pasión […] no sé cómo van a entender el mensaje de Vasudeva

Oh señor, soy como una marioneta en tus manos. Si me has traído aquí para bailar, hazme bailar, hazme bailar. Oh señor, hazme bailar como quieras».

Es curioso que cuanto más conozco las tradiciones religiosas orientales, cuanto más leo, más similar encuentro su dogma, basado siempre en el escape de la influencia material, con 4 preceptos morales en Iskcon. El de no matar implica automáticamente, SÍ, no comer carne ni pescado ni huevos fertilizados, y está relacionado con la reencarnación. Huevos fertilizados ya poseen alma, así que no se comen. No matar.

Prabhupada se mete cariñosamente con los cristianos porque no siguen la Bíblia, que ellos respetan. «Thou shalt not kill», dice, no matarás. Pero matan contínuamente animales, derraman sangre, y tragan el último karma de horror de la carne muriendo con violencia. Se excusan en interpretar que el ‘no matarás’ es solo referente a humanos, pero Dios, que debe ser algo listico, dice Prabhupada, no dijo ‘No asesinarás’, concretando. Dijo ‘no matarás’.

En fin, a parte del buen rollo de imaginar un mundo sin matanzas, cuanto más tiempo se pasa aquí, donde solo por tocar una vaca se purifica el alma, menos se concibe la idea de matar animales. ¡Tiembla, jamón de bellota ibérico! ¡Nunca podré librarme de tí! ?

1 comentario en “Los ojos de un devoto no comen carne

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