De pronto, Samoa

Día 113 de la Bitácora pacífico
28 septiembre 2015

En Samoa, -sigo en Polinesia-, la población es de un negro suave, sonríen bastante y viven muy tranquilos, muy despacio.

Las tierras están repartidas en grandes parcelas con jardines verdes y frescos que crecen sin parar debido al clima, lluvia y sol, donde crecen plantas frondosas verdes, amarillas y rojas que dan envidia porque cualquier rincón parece un jardín botánico. Las casas (fales) son de madera y muy simples en el mejor de los casos, pero existe una vivienda típica (el open fale), que son como templitos griegos, rectangulares y con columnas por el exterior y dentro. Algunos tienen una barandilla de madera diminuta, y parecen guarderías donde meter a los niños sin que se escapen. Dentro, viven las familias, con abuelos y muchos niños metiendo barullo, solo parando para apoyarse en una columna y levantar la mano al paso de uno, gritando Bye! y sonriendo.

Delante, en sus verdes jardines, tienen las tumbas de sus antepasados. Unas losas grandes de cemento bien marcadas, donde descansa un bisabuelo o la abuela, junto a ellos, siempre.

1-P1110723

Por las noches cuando vuelvo a casa caminando, la luz eléctrica blanca llena los fales abiertos y se ve a gente dormida en el suelo, en unos tapetes de hoja cosida. El frigo o la tele están ahí, a pelo, en el medio: tal es la generosidad del clima y de las gentes. El 95% de las veces en las pantallas se ve rugby, pues aquí es lo que hay, y además hay un mundial. Los pobres han sido eliminados por Japón el domingo.

Los hombres llevan ‘lavalava’, una falda superpuesta genial -ya tengo una- muy ventilada y elegante que sirve para cualquier situación. Los policías dirigiendo el tráfico con gestos extraños y el lavalava, son muy interesantes.

1-P1110889

Los coches van por la izquierda, y suelen conducir muy despacito. Jamás he cogido un queen bus, por barato que es, pues a dedo me muevo como quiero, aunque no he visto más gente haciéndolo. Los queen-bus son autobuses antiguos de madera, muy coloridos, que pasan con música cada tanto y cuestan 3 talas. Apréciese que ‘tala’ es el sonido de ‘dollar’ pronunciado por nativos.

Lo domingos son deliciosos. Son días de silencio y paz, nadie por ninguna parte, cantos de iglesias de fondo, misas largas y gente entregada a la religión, o a sus amigos, de 8 de la mañana a 4 de la tarde, con comidas comunales y eventos fraternales. Por la noche aún vuelven con ropas limpias, cansados, con grandes cazuelas ya limpias, a sus casas, a dormir.

1-P1110703

Los sábados por la tarde también son subrayables. Partidos de rugby, golosinas, fuegos en las parcelas, humos cruzando las carreteras de los que salen niños riendo y perros que juegan, preparación de misa, gentes felices, humildes, ignorantes en muchos casos, pero con corazón y respeto, preocupación por el prójimo, y esos tipos de sabidurías.

1-P1110702

El territorio fue colonia neozelandesa hasta que se independizaron, y me encanta estar en una isla del pacífico que no es francesa o inglesa. Es diferente, original y estoy encantado de haber acabado aquí. Quizás no sea la isla más bonita del pacífico, pero las gentes lo hacen ser mejor y cualquier lugar del pacífico es un paraíso hasta para estos ya acostumbrados ojos. Además yo estoy conectado y muy cerca de mí mismo aquí.

1-P1110753

Me pregunto quién ha debido enseñar inglés en las escuelas. El samoano es la lengua local pero se quedaron con inglés, hablándolo una parte de la población. Cuando salgo, se me acercan los locales directos. El primer día me molesté, porque preguntan directamente ‘Where are you going’. A veces serios, como si uno estuviese entrando en una propiedad. Contesté un par de veces, borde, ‘I don’t know, and you?’ pero me dí cuenta rápido de que es algo cultural. Es muy difícil encontrarse con un samoano y que no te diga, en este orden:

-Where are you going?
-Where are you staying?
-How long do you stay in Samoa?

Y ahí se quedan satisfechos y puede comenzar una despedida.
Nada de Where are you from? hasta el final, a veces.

Normalmente continúo las conversaciones hasta más adelante, hasta que les digo que no soy australiano o neozelandés. Ahora podría ir a unas 7 casas a dormir directamente con mis cosas y sin aviso. Son muy hospitalarios o quizás curiosos con los visitantes. Pero quita quita, me quedo aquí sentado en mi sillita blanca, en una parcela sin nada pero que es mi casa de Samoa y a la que debo dedicarle un post ahora mismo, pues ha sido como un auténtico retiro.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *