Bienestares del valle sagrado

16 noviembre 2014

El Valle Sagrado de los Incas, en los Andes peruanos en realidad son un montón de ríos y vallecitos donde se asientan un sinfín de pueblos indígenas.

Al llegar al valle también se puede ver el mestizaje en arquitectura y cultura de pueblos coloniales. Cusco es la primera ciudad que me parece verdaderamente bonita e irresistible en el país. Grandes calles bien acabadas, un gran trabajo de urbanismo, grandes plazas y calles mágicas, con gran oferta en todo tipo de tiendas y comidas, hostales cucos y con estilo, casas de piedra y bonitos balcones de madera.

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El valle es rico y apropiado para el cultivo, y los incas conocían sus cualidades climáticas. Es hogar de cientos de hectáreas donde crecen con un clima especial miles de especies locales que hacen perderse a uno en nombres y estudios. Desde que entré en el país, oía a la gente hablar de plantas, granos, harinas, semillas y hierbas que jamás había escuchado. Entendí la riqueza vegetal del país y el por qué del asentamiento de tantas personas interesadas, de hecho esta riqueza es, creo, una de las fuentes de las que proviene la profundidad sanadora y espiritual del Perú.

Lo más interesante del valle Sagrado, en realidad, para mí, es el extensivo aprovechamiento de la tierra para el cultivo de una manera muy cuidada, esforzada, personal, con cariño, obsoleta diría: sin máquinas. Las altas colinas empinadas y las bajas zonas planas tienen verdes claros y oscuros de plantas jóvenes y listas para recolectar, y aquí y allá se ven a las personas agachadas con su herramienta en la mano, con paciencia y buen humor, sacando el sabor natural de los vegetales con cariño y dedicación. Junto a cada casa hay una chacrita familiar con algo que crece con una sonrisa, fresco y respetado por todos los vecinos, sin envidias ni tentaciones.

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Cabe decir que Peru es uno de los países que más se resiste al ataque y terribles fines que los increíblemente expansivos ogros de Monsanto con bloqueos a GMO’s, y no es para menos: es uno de los líderes en exportación de productos ogánicos y en variedad de semillas.

El cultivo natural también predomina en Pisac, pueblo de viajeros cambiantes y de despertares de conciencia: donde no hay casas de adobe, hay plantaciones.

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Así puede verse desde las alturas de las colinas que encierran a Pisac, donde las ruinas incas reposan, en un lugar impresionante y maravillosamnte escogido. Definitivamente a los incas les gustaban las alturas casi tanto como a mí. Durante un día de paseos introspectivos por todos los rincones pude entender de nuevo a esta civilización, sólo el sonido del viento cortaba mis oídos. Se nota que ya sabían de las cualidades del valle para el cultivo: así lo demuestran las impresionantes terrazas de cultivo en 45º que elaboraron perfectamente junto a su ciudad. Me maravillan los escalones incas que las unen para pasar de una a otra.

Pero mi destino permanente está en Calca, un pueblo pequeño y modesto pero con todo lo necesario para ser feliz. Así debió entenderlo Michael, el propietario de la granja y chacra donde pasaré unas semanas haciendo wwoofing. Voluntario en cualquier tarea en que se me necesite, con el mayor interés en aprender las técnicas y procesos que hacen de una micro-granja como ésta un verdadero sueño al alcance de todos, un ejemplo.

Que bien elegí esta granja. Aún siendo un tanto western-styled, pues el propietario y casi todos los voluntarios son estadounidenses a mi llegada, creo que no podría haber escogido mejor. Quizás tenía en la cabeza una granja de paisanos y un montón de peruanos intensitos alrededor, con sus maneras, hablas y costumbres que disfrutar. Pero eso se me olvidó pronto en ‘El girasol’, la granja de Michael, a los pies de una gran montaña, a las afueras de Calca.

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Michael es uno más de nosotros, tal vez tenga unos 60 años, y es una persona admirable en muchos sentidos. Y nosotros somos un grupo de voluntarios cada cual con más bienestar interior y amor que dar a los demás. Si, hippies tal vez, pero sin darnos cuenta, tal vez sin querer, dando buen rollo todo el rato y mostrando el mejor de nuestros lados. ¿En qué se basa el bienestar de cada uno? ¿Por qué estamos tan unidos y felices en este lugar, a parte del globo místico que se reconoce en el valle?

En primer lugar todos coincidimos en que hacía mucho tiempo que no comíamos tan bien cada día, con tanto esmero en la cocina y tanta alegría durante las cenas. Puede que la dieta exclusivamente vegetariana durante largo tiempo sea un purgante corporal y una limpieza interior. De nuestro jardín usamos los ingredientes que necesitamos y algunos excedentes que no se venden en el delivery semanal a Pisac o Urubamba que los voluntarios hacemos. Pero aún con cositas de nuestra compra semanal en el mercado de Calca, los cocineros ponemos tantas ganas de sorprender a los demás en nuestro turno rotativo, que todas las comidas y cenas son una euforia de sabores, gemidos, enhorabuenas y preguntas de cómo lo has hecho. Perú tiene un sinfín de ingredientes novedosos que no conocemos en Europa, no nos olvidemos, y las mezclas y experimentos que hacíamos nunca decepcionaban. Aunque fuese el turno de uno, los demás llegábamos siempre a ayudar bajo sus direcciones y casi nunca estábamos solos en la cocina.

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Teníamos nuestra propia casa de voluntarios, amarilla, y Michael vivía en su casa blanca, al ladito, con Ceci su perra y algunos voluntarios que llevan más tiempo ó repiten, con privilegios especiales como un cuarto propio. Teníamos una gran cocina en nuestra casa, chimenea, literas, una pantalla para ver documentales en las noches y comodidades como un wifi rapidito ó acceso a un disco duro de 2TB con música, películas, documentales, libros, fotos y todo sobre permacultura. A eso me refiero con el estilo western, aunque fuese todo bienvenido, ojo.

Nos levantábamos a las 7, desayunábamos avena con frutas, miel, cacao, maca, coco y otras cosillas innombrables, y a las 8 teníamos daily meeting con Michael en la terracita para asignar tareas y propósitos del día. Nos ayudábamos a despertarnos si hacía falta. Algunos ya llevaban un rato meditando para entonces. Era siempre agradable empezar a trabajar. Nunca teníamos presión, prisa ni agobios. Trabajábamos despacio y descansábamos cuando queríamos, hablábamos de cosas interesantes mientras tanto, con cualquiera que compartiésemos la tarea pues todos estábamos a gusto con todos. A las 12 era hora de comer y alguien a las 11 había ido a cocinar, a menudo con algún ayudante. Sonaba la campana lo más puntual posible pues Michael insistía en ello. Nos reuníamos todos en la casa de voluntarios, y empezaba el placer.

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Después tiempo libre hasta las 14. Emails, libros interesantes de una estantería muy muy seleccionada, siesta, paseo a Calca… Y trabajar dos horitas hasta las 16. Ahhh esas dos horas eran fáciles y tiernas bajo un sol tímido que caía. Qué paz trabajando, aprendiendo cosas interesantes y sintiendo el amor en grupo. Nos queríamos sólo por ser cómplices de semejante situación, lugar y vida.

Los trabajos eran, normalmente en divertidas parejas, desde subir a la lejana acequia a primera hora a solucionar pequeños problemas de suministro de agua para regar con presión, regar, podar las hojas buenas para vender, podar las grandes hojas dañadas de las diferentes plantas y juntarlas con nuestro residuo orgánico para llevar todo a los pollos de la chacra, que se ponían locos y cada vez daban más huevos, arreglar sillas y bancos del jardín, cavar, picar y palar arena para crear una nueva cama, filtrar arena buena para plantar, limpiar filtros, cuidar la greenhouse o la nursery, donde los bebés germinan y crecen hasta que los transplantamos en algún hueco de alguna cama, ir a la compra semanal, y en mi caso, cómo no, informaticadas como dejar la red óptimamente configurada o retocar la web.

El jardín de Michael está basado en un sistema de cultivo bio-intensivo de origen francés que produce los mejores y más abundantes resultados en el menor espacio: elevando la superficie de plantado sobre el suelo en lo que llamo «camas» (allí decíamos «beds») que son contenedores de arena de calidad bien profundos, elevados del suelo un metro, lo que facilita que las raíces bajen verticalmente y no se molesten unas a otras, generando superpoblaciones concentradas de bebés creciendo sanos y fuertes en poco espacio. Sin mencionar la comodidad de darles atención a esa altura, y el poder diseñar las camas como te plazca, con la forma que quieras, adaptándolas al jardín, dibujando espirales ó cerraduras, como Michael.

Lindsay entre camas

Lindsay entre camas

Ah, quizás sí, el mejor momento era la noche, cuando una rica cena se acababa, teníamos algún postre manual, hacíamos un fuego, nos acomodábamos a ver una peli o documental elegido comunalmente de la mina de oro de 2TB de Michael que compartí en la red -lo que causó furor- y tomábamos té de gengibre y hierbas del jardín. Quizás salíamos a ver estrellas o fumar en algún momento. A veces meditábamos antes de acostarnos o estirábamos nuestros cuerpos brevemente en plan yoga en una salita superior de la casa. También recuerdo y debo confesar que otro momentazo era cuando me tocaba regar la greenhouse (invernadero) de la chacra, donde no llegaba el agua normalmente y había que llevar regaderas hasta allí; me comía un mini-tomatito madurito y me quedaba un minuto en shock con los ojos cerrados. Jamás probé nada igual. Pero esto, seguro que lo hacíamos todos.

Otro factor importante en ese bienestar, a parte de nuestra continuada salud física y mental, es la actividad espiritual de Michael. Es astrólogo profesional y daba una clase semanal de astrología en Pisac, donde todos podíamos ir a escuchar y ver cómo nuestras propias cartas astrales se alineaban y producían información sobre nuestra vida o nuestro carácter, conociéndonos. Ojo que soy yo lo menos esotérico que hay, pero todo se merece su oportunidad en la vida, por qué no. Pero lo más interesante de Michael, que me hizo verle con otros ojos, es una ceremonia que tene lugar en una sala del jardín cada cierto tiempo. Él la lidera y viene gente de todos los tipos y edades a experimentar, crecer, curarse, bailar, cantar, intercambiar y abrazarse. Se trata de una tradición brasileña llamada Santo Daime, en la que se toma la planta sagrada más especial, la Ayahuasca, pero de una manera completamente diferente a la toma tradicional indígena original de la jungla. Una manera iluminada, diría. Todos vestidos de blanco hacemos un viaje de 5 horas cantando canciones en brasileño, con las luces encendidas y algunos descansos, todos en torno a una mesa, chicos en un lado y chicas en otro, de pie, sentados… La euforia va creciendo con pequeñas dosis en grupo y al final de la noche estallamos todos en aplausos y éxtasis. Fue una de las mejores noches de mi vida, mi alta tolerancia finalmente permitió que la planta me agarrara y me mostrara algunas de las cosas más bonitas que he visto en mi vida. Jamás he visto el cielo como lo ví aquella noche.

En fin, está todo en mi diario aunque no creo que salga de lo personal. Quizás sí dedique un post a esta planta curativa y sabia, creo que lo merece, se abre a votación. Que quede claro que esta planta es una medicina y no una droga, que nos purga fisiológicamente y mentalmente de cosas que no necesitamos y nos limpia, nos muestra cosas que necesitamos saber sobre nosotros y la vida, buenas y malas, y los días siguientes a la toma son reveladores, conscientes, brillantes. Ha cambiado la vida a muchísima gente que conozco, y una toma periódica en la granja es definitivamente un factor en el bienestar del que hablo, aunque no necesario en absoluto. Me gustaría que vieran la limpieza y belleza de esa noche, aún con esa difícil connotación ritual que ahora mismo cruza sus mentes. Las carcajadas, sonrisas y los largos, fuertes y sonoros abrazos que nos dimos entre «desconocidos» al final, antes de pasar a charlar a casa de Michael a degustar frutitas, sopa y pasteles de chocolate (después del ayuno) escuchando música buena y dejándonos atrapar por el sueño, son algo que todo ser humano debería recibir alguna vez.

* * *

Una noche cualquiera, Lindsay, entre sus canciones de guitarra, propuso escribir un poema sobre la Tierra entre todos. Nos pasamos un papel y un boli, y a párrafos, nuestro bienestar general produjo lo siguiente.

Big beautiful blue and green
Waves of confusion, planet of illusion
Spectacular mountains and sea, the breath of life
Washes over me and I gaze in wonder, outside and within

With your endless current
that flows through all rivers
And washes my soul
In your eternal purity

I feel young, oh mother Earth
Let me now kick you like a ball
For when I get to be old
You’ll have to hold my breath

She lives and breathes with me, laughs and cries with me
Her love envelops me as I surrender to the pain, the beauty, the magic
Swimming through her waters, laughing, born again at sunrise
Becoming and dying, again and again
The seasons change and I fly once more through the breeze.

Life taker
Life giver
Life bringer
Life liver,

A pool of green
And shades of blue
Enchanted mother
Forever holding you

Luck delivered tragically, through a smile
A Big Bang the first cry
Created by your divine Nature
You take while giving Flavour
When we stand in fornt of you naked and bare
Amongst trees, birds and bears

We look clumsy and helpless
Before the all knowing laugh
Baby in your womb amazed by your laugh

* * *

Ojo porque quizás en este post estén enumeradas las claves de un bienestar que todos buscamos. Estoy tan bien con esta gentuza aquí que sólo soy capaz de dejar este lugar para ir… no sé, a Machu Picchu, o algo.

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Próximamente: Antes y después de Machu Picchu.

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