11 octubre 2013
La antigua ciudad de Guatemala, preciosa y colonial, moderna por momentos, clásica por otros, también está rodeada de volcanes. Se ven aquí y allí y cualquier estampa de la ciudad, foto, o pintura, tiene de fondo un magistral cono oscuro, probablemente oculto por las nubes en su cráter de las alturas: el volcán de Agua, el más cercano.
El buen rollo de la ciudad, la presencia internacional, los estudiantes, las calles empedradas, los buenos cafés, las esquinas, puertas y ventanas de las casas de piedra, las comidas baratas y la mujer que me mira de reojo entre sorbo y sorbo de café, hacen recuerdos de una ciudad que sabía a vuelta a comodidades, a ‘seguridad’ y desgraciadamente, a inglés. Pero con volcanes de fondo siempre.
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